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NUNCA ES TARDE PARA VIVIR LA EXPERIENCIA DE JUGAR

NUNCA ES TARDE PARA VIVIR LA EXPERIENCIA DE JUGAR

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La importancia del juego entre abuelos y nietos

Esta historia es la historia de Juana y la historia de Sofía, bueno, mejor dicho, es un trocito de sus historias, que como todas las historias se juntan en un punto para contar otra nueva. Es la que os quiero contar. Es la historia de una abuela, Juana, que a pesar de haber sido niña no tuvo infancia, y la de Sofía, una niña que quiere jugar con su abuela.

Cuando llega a consulta, Juana está rota. Rota de dolor, a nivel físico y psíquico. Desde su más tierna infancia fue operada en múltiples ocasiones. Fue creciendo y su delicada salud no mejoró, el listado de operaciones continuó. A nivel psicológico su situación era insostenible. Relataba que durante horas, encerrada en su habitación, daba golpes mientras gritaba: “¡vete!, ¡vete!, ¡vete!”, “¡quita!, ¡quita!, ¡quita!”. Los múltiples profesionales por los que pasó se quedaban sin palabras ante esta situación, incluso cuando ella, por primera vez, reveló los abusos sexuales continuados que sufrió siendo niña.

Juana, con mucho dolor, fue pudiendo contarse su historia. Como todas las historias tenía momentos significativos, cruciales, en los que algo importante se jugaba. Piensa por primera vez en ellos y empiezan a unirse. De esta forma, la vida de Sofía se cruza con la de su abuela Juana. Juana esperaba con ilusión la llegada de Sofía, pero la salud, le impidió cuidarla como ella quería. Al poco de nacer su nieta, Juana se asfixiaba. Lo detectó un médico en una revisión rutinaria. Ella no se había dado cuenta de que no podía respirar, “podía haberme muerto”.  ¿Qué suponía para ella el nacimiento de Sofía? Comprende ahora el miedo que sintió al saber que sería madre de una hija y que ese miedo, fue el mismo que sintió cuando supo que sería abuela de una nieta. Para ella ser mujer es ser víctima.

Entre sesiones empieza a pensar y observarse como abuela. Se da cuenta que cuando su nieta le pide jugar “a los médicos”, ella se niega. La quiere y no entiende su rechazo a jugar con ella. Pensar en Sofía pasa a ser pensar en ella misma, en ella como hija de unos padres violentos, en ella como niña enferma y como niña abusada sexualmente. Se recuerda como una niña refugiada en un rincón, acurrucada y sola. Fue una niña violentada, manipulada y engañada. La Juana abuela, la de la actualidad, no puede jugar con su nieta Sofía, puesto que no fue una niña, no pudo hacer la experiencia que constituye la infancia. No puede jugar puesto que no jugó. Su delicado estado de salud la privó de experiencias lúdicas con otros iguales, pero lo peor fue el engaño y la confusión que inoculó psíquicamente el agresor cada vez que le decía que los abusos eran juegos. Nos encontramos entonces con dos puntos nodales, que siendo de naturaleza diferente convergen en el análisis de Juana. Parte de la intervención psicoterapéutica pasó en ese punto de su relato vivencial por dilucidar el engaño que conllevaron los abusos sexuales y pensar juntas en lo que sí es jugar.

Poco a poco, la abuela Juana pasó de negarse a jugar, a dejarse jugar por Sofía. Al principio, cuando empezó a aceptar el juego, prestaba su cuerpo, pero no asumía un rol, no podía dejarse llevar por el como sí del juego. El miedo se apoderaba de ella, una forma de frenar los derroteros que pudieran traer la escena lúdica. Su nieta, sí asumía el rol de una “buena” doctora en sus juegos, se viste de bata blanca, le toma la temperatura, escucha su corazón y pone inyecciones para que se cure. Con el tiempo, Juana se hace la enferma (ya no lo es) y se divierte. Por primera vez, a sus 70 años, aprende a jugar de la mano de su nieta, quien, sin saberlo le cura el alma.

Reflexiones

Quiero resaltar que esta viñeta siendo un trabajo clínico con una mujer adulta tiene como elemento central, además del trabajo del trauma por abuso sexual, la infancia y la importancia del juego a lo largo de la vida como indicador de salud. Siempre que el material clínico lo permita considero que es fructífero detenerse y pensar junto al paciente sobre ello.

Juana, como muchas de las víctimas de abuso sexual infantil, se muestra sensible a las necesidades de los niños y niñas. Es un buen indicador pronóstico que ella se cuestione por su incapacidad para jugar con su nieta y quiera jugar con ella. De esta forma, se evita que los efectos de los traumas que sufrió Juana queden sin enlazarse psíquicamente y circulen generacionalmente. Se corta el circuito de una transmisión silenciosa entre generaciones de elementos traumáticos.

Cuando Juana acudió a terapia, su situación era insostenible, su propia caja de Pandora se había abierto y los peores males se habían desatado. Afortunadamente, en la caja también se encontraba la esperanza. La esperanza de poder vivir ahora algo de la infancia que no pudo vivir entonces. Juana, a sus 70 años, puede ser una niña, puede jugar y puede disfrutar.

Nuria Sánchez-Grande Sánchez
Psicóloga psicoterapeuta
Miembro de la comisión directiva de AECPNA

 


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