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Número 18

Artículo

Clínica de la filiación

Por Luciano Lutereau

Vamos a conversar, como decía Gabriel, a quien nuevamente agradezco y a través suyo a la escuela, que realiza una tarea muy importante de trasmisión de formación y de enseñanza del psicoanálisis; vamos a conversar sobre la noción de filiación. Vamos a tratar de darle un estatuto clínico.

Yo creo que es una noción que de un tiempo a esta parte se volvió muy importante, y no porque sea una noción novedosa, es una noción que está, yo creo que desde el origen mismo del psicoanálisis y podríamos decir –de alguna forma– que el psicoanálisis es una teoría basada en la noción o la idea de que tiene que haber una filiación, digamos una trasmisión generacional, y quizá en la época de Freud esto no era algo especialmente mencionado o especialmente tematizado porque era algo dado, quiero decir, Freud habla principalmente en un contexto que es el de los síntomas neuróticos, que de alguna forma son testimonios de una huella filiatoria; pero sin embargo, aunque Freud explícitamente no lo tematice, encontramos afirmaciones suyas muy específicas, como por ejemplo cuando habla sobre todo de la histeria femenina y de cómo la histeria lleva los síntomas del padre, o esa referencia sintomática incluida en el psiquismo histérico a partir de la falta del padre, se vuelven síntomas en la hija o las deudas del padre para el obsesivo.

Freud recordaba también ese aforismo de Goethe que decía, que aquello heredado hay que poder ganárselo y hay que poder apropiárselo y hacerlo de uno también, es decir, en Freud encontramos una cantidad muy diversa de indicciones relativas a la filiación sin haberle dado un estatuto específicamente conceptual, porque eso estaba –como decía– garantizado.

No estoy seguro de que eso pase en nuestra época, por eso quería empezar esta conferencia, esta charla o conversación abierta, problematizando lo que en principio en otra época era evidente, y quiero partir de una afirmación porque me voy a restringir específicamente a la práctica o la clínica con niños para hacer más manejable el tema, en un tiempo limitado. Quiero partir de una idea que vengo pensando y desarrollando, sobre todo en este último tiempo, me refiero a que la noción de filiación supone que alguien está en posición de hijo, y no podría haber filiación si no hubiera hijo, y creo que para Freud era obvio que todo niño era un hijo, mientras que hoy podríamos nosotros preguntarnos si eso todavía es así, si es realmente tan seguro que los niños sean hijos o que siempre lo sean.

Dicho de otra forma, si no ocurre eventualmente que en la consulta nos tengamos que preguntar si ese niño que tenemos en frente, por el que se consulta, nos preguntamos si podemos dar por seguro que se trata del hijo de esas dos personas o de esa persona que nos consulta por él. ¿Qué garantiza eso? ¿Está dado ese pasaje?

Prefiero pensar la cuestión desde este punto de vista para no hacer una inquisición respeto de tipos clínicos, patologías, diagnósticos, etc., me parece que no necesariamente hay que ir a casos en los cuales nos encontremos con los llamados “problemas de la subjetivación” para plantear esta cuestión, no necesariamente tenemos que pensar en casos en los que esté afectado de alguna forma el desarrollo, para poder hacer alguna pregunta en torno al estatuto de hijo en un niño.

Lo que sí que creo que es claro, o por lo que podemos partir, si yo pudiera resumir la idea de qué es lo que hace de un niño un hijo, una primera respuesta que yo daría, es que un hijo está en relación con el deseo de sus padres, y digo sus padres en plural, aunque quizás tenga solamente un progenitor, o solo sea una persona que es el adulto encargado de la crianza de ese niño, quiero decir, un hijo, es hijo de por lo menos dos personas, aunque esas dos personas estén encaradas por una sola, y al mismo tiempo es hijo de un deseo establecido entre esas dos personas, aunque esas dos personas, vuelvo a decirlo, pueda ser solo una; quiero decir, un niño es hijo si está en relación con un deseo que lo precede y lo excede. O sea un niño, por así decirlo, puede ser objeto de deseo, ¡y vaya si lo es!, pero para decirlo de esta forma, el deseo de hijo no asegura la filiación de hijo. Voy a traducir lo que menciono, el deseo de niño, no asegura el estatuto de hijo del niño, más bien, ese estatuto tiene un reconocimiento previo relativo a una escena, en la que como dije recién, hay un deseo de carácter sexual, un deseo sexual entre adultos, que insisto, ese deseo, puede encarnarlo una sola persona.

Poniendo un ejemplo, una mujer decide tener un hijo de manera autónoma, a través de un método de fertilización o por vía asistida, sin pareja, y me preguntan, ¿estás diciendo Luciano que ahí no hay deseo de hijo? No, no, estoy diciendo que supongamos este ejemplo, que tiene un niño, y quizá ese deseo que le da estatuto de hijo a ese hijo, quizá sea el que se jugó en la fantasía con algún novio o algún hombre, quizá ni siquiera de su última relación sino de otra más lejana, en fin, digo que cuando decimos una pareja no necesariamente tiene que ser una pareja real o concreta y efectiva, sino que también puede ser la de la fantasía, que hay un deseo en la fantasía, que efectivamente, se traduce luego en la condición filiatoria del hijo, y que es en principio esa escena de deseo la que el niño, si es un hijo, se va a dedicar a investigar, y subrayo la palabra “investigar” porque es una palabra freudiana que me gusta mucho.

Freud decía que el niño es un investigador, y es un término que me encanta, un niño investigador, que es una de las concepciones más hermosas que tiene Freud de la infancia, sobre todo cuando dice que el niño no se piensa por su capacidad de disfrute, no se piensa el niño como se piensa ahora en función de la satisfacción de sus necesidades, Freud dice que el niño se piensa por su capacidad de investigación, y como buen investigador el niño es alguien capaz de producir teorías, las que Freud llamaba “teorías sexuales infantiles”. Aquí quiero plantear una pregunta para nuestra conversación de después, quisiera plantear como inquietud: ¿qué vigencia tienen las teorías sexuales en el siglo XXI? ¿De qué manera las reconocemos en nuestra práctica? ¿Trabajamos los analistas del siglo XXI con las teorías sexuales infantiles de los niños? Al menos desde mi punto de vista, muchas veces diría que ese entramando de teorías sexuales infantiles no se reconoce en la práctica con niños, porque efectivamente una de las consecuencias de encontramos con niños no filiados es que no se desarrollan.

Voy a contar una pequeña viñeta clínica, es una anécdota y no le quiero dar un estatuto de viñeta, es una pequeña anécdota de mi propia experiencia.

En el mundo pre pandémico, antes de que llegara el principio de la cuarentena en Argentina, recuerdo que mi hijo había invitado a unos amigos pequeños a una pijamada y entonces era la primera vez que muchos de ellos dormían fuera de su casa y de noche estaban en la habitación. Eran cuatro niños, todos acostados en sus respectivos colchones preparados para dormir, y había uno en particular que era la primera vez que dormía fuera de su casa y que estaba con un muñeco, un oso. Había venido con su oso y estaba acostado con su oso, y mientras ellos conversaban, yo estaba por ahí prestando alguna atención y cuando escuché esto presté más atención, sin ser indiscreto, me parece que estaban conversando y entonces, sobre todo por mi preocupación porque éste era el más chico, y que no le molestaran por el hecho de sacar un oso, pero bueno, se le dio muy bien porque le preguntaron por el oso y él respondió que ese oso lo usaba para dormir, dio una respuesta maravillosa y dijo que ese oso se lo regaló su papá a la mamá cuando ella se casó. Y me pareció una frase maravillosa aunque suena extraña en el principio, y no importa si es real o no, los psicoanalistas no escuchamos la frase por su sentido literal, escuchamos el valor simbólico de la afirmación, quiero decir, este oso se lo regaló mi papá a mi mamá, y es interesante la afirmación porque quienes nos dedicamos a escuchar nos vemos tentados, y yo me sentí tentado a preguntarle en ese momento: cuando ella se casó… ¿con quién? Porque la frase lo deja indeterminado, porque uno podría decir, si el padre se lo regala a la madre cuando ella se casa, digamos que queda reprimido el lugar del marido, el padre reprime al marido podríamos decir. El casamiento fundaba una pareja conyugal o más bien la escena habla de cómo la pareja parental se sobrepone a la pareja conyugal, y además eso que le da el padre a la madre en ocasión del casamiento, confunde en el mismo tiempo la escena del matrimonio con la de una fecundación, hay un punto ahí donde fíjense que a veces el trabajo con las teorías sexuales infantiles se reconoce en una pequeña frase accidental, mítica, pero que si la empezamos a desglosar como en esta situación vemos que tiene una densidad enorme, quiero decir, no es que las teorías sexuales infantiles haya que estar construyéndolas complejamente, digamos que se escuchan y digamos que en ese sentido yo coincido con el plateo freudiano de que esas frases están a flor de piel, y son el tejido del hablar de los niños.

Gabriel recordaba recién ese libro que ya tiene unos años, El idioma de los niños y que es un libro por el que yo también tengo especial afecto porque es un libro que subraya mucho la idea de que la infancia, antes que ser una cuestión etaria cronológica, es un modo de hablar, de si le prestamos atención o no al modo de hablar de los niños. Los niños que efectivamente están en posición de hijos, todo el tiempo nos hablan de sus teorías, de cómo llegaron al mundo, de la diferencia sexuada, digamos que rápidamente empiezan a preguntar por la diferencia que hay entre varones y mujeres o la diferencia que establece el sexo.

Lo asombroso de hoy en día, es que muchas veces los niños eventualmente tienen una información sobre sexualidad desde temprano, porque al menos aquí en Argentina, por ley, la educación sexual es algo que se instruye desde muy temprano, pero bueno, sabemos cómo decía Freud en ese texto tan lindo sobre el esclarecimiento sexual del niño, nosotros podemos responderles y darles a los niños un montón de teorías, trasmitir conocimiento respecto de la sexualidad, pero el conocimiento de la sexualidad es distinto al saber sobre el sexo, y ese saber lo produce cada niño. De hecho nosotros tenemos un montón de conocimiento y lo digo en forma retórica, sobre cuestiones de sexualidad, nuestro mundo cada vez impulsa más conocimientos sexuales, quiero decir, que hoy en día entramos en una red social y vemos que en una red social hay un montón de conocimientos relativos al sexo, por ejemplo, la otra vez veía, deslizando el dedo por la pantalla, que la masturbación tiene que practicarse de esta forma y un montón de conocimientos, y uno entra a distraerse un poco y se transforma en un especialista en masturbación, hay formas aparentemente correctas y adecuadas de hacerlo, cómo debería ser, no solo el caso personal sino para el otro. Es asombroso que las redes sociales nos muestren cómo masturbar a otra persona de forma eficaz, pero claro, después todo ese conocimiento consciente, queda reprimido por la posición que tenemos relativa al saber sobre el sexo y aquí agrego otro aspecto más en la línea que vengo desarrollando respecto la filiación: el niño desde muy temprano se encuentra en una posición del saber respecto del sexo. Esa es la función de las teorías sexuales infantiles.

Creo que cuando ese entramando de saberes relativos al sexo, muchas veces no se constituye del todo, lo que encontramos es que justamente esa protección tan importante, y la llamo protección porque en definitiva funciona como una barrera respecto de lo más intrusivo de la sexualidad, quiero decir, el niño no está urgido respecto de tomar una posición sexuada porque puede desarrollar sus saberes entorno a eso, quiero decir, una niña que juega a las mamas no se ve empujada a que tenga que tomar una posición como mujer, puede desarrollar lúdicamente su saber sobre el sexo por ejemplo relativo a la maternidad, en este caso sí que eso la lleve a hacerse una pregunta respecto de su posición femenina, ese aseguramiento que produce el saber. Digo esto, para enfatizar que la posición de hijo no es una posición que en definitiva valga por sí misma, sino que también es en los niños aquello que permite el desarrollo, por ejemplo de la escena de juego, decía recién, que una niña puede jugar a la mamá, puede a través del juego, con sus muñecos, desplegar sus teorías sexuales infantiles y eso en efecto digamos que es el motor de ese gran mecanismo, ese gran dispositivo, ese gran artificio de elaboración que es el juego.

¿Por qué muchas veces nos encontramos con niños a los que les cuesta muchísimo jugar? No solamente digo niños que no puedan jugar solos, sino niños que no pueden jugar incluso con otros o que solamente pueden jugar cognitivamente, solo pueden jugar con entretenimientos o con juegos que en realidad implican un uso de la inteligencia pero no implica el sostén emocional de la experiencia lúdica, quiero decir, cuando insisto o pongo en un primer plano la noción de filiación estoy pensando en esta clase de problemas también, que un niño se vuelva hijo no tiene que ver solamente con la relación con sus padres, sino que también habla de los recursos con los que cuenta ese niño, porque nuestra posición de hijo es lo que en definitiva, voy a decirlo de esta forma, nadie es un ser del todo sexuado, nadie asume una posición sexuada mientras permanezca en posición de hijo.

Podríamos en otro contexto trasladar esto que estoy diciendo al marco de la adolescencia, claramente ahí ubicamos si pensamos en adolescentes varones, el encuentro recurrente con la impotencia de hoy en día, cuando muchas veces adolescentes varones recurren inmediatamente a la utilización de viagra, cuando en realidad no hay ninguna dificultad orgánica, cuando al mismo tiempo no tienen ninguna dificultad para tener una erección en la experiencia masturbatoria pero efectivamente hay algo del encuentro con otro cuerpo que los impotentiza y no tiene que ver con una cuestión de falta de excitación o no tiene que ver con una cuestión fisiológica sino que tiene que ver con la posición o la reactualización edípica de la posición de hijo en el encuentro sexual, decir, nadie puede ir a la cama en posición de hijo, el problema de la cama es que requiere tener que abandonar al menos transitoriamente la posición de hijo, a veces digo en chiste, y perdón si mi sentido del humor no es muy bueno, pero en nuestra época, y justamente estimula el desarrollo de identidades sexuales, me parece que yo diría, a la cama podemos ir con la identidad sexual que queramos, lo que es claro es que en la cama no hay hijo, el hijo es siempre el que está al otro lado de la cama, esto es una idea que también es muy Freudiana, cuando Freud hablaba de la famosa escena primaria, que es otra forma de mencionar lo que decía al principio cuando me refería a que hay una escena que precede, antecede, en la que se juega el deseo del que nace ese hijo, ese deseo que un hijo va a investigar, quiere decir que el hijo está siempre al otro lado, el hijo es el espectador de la escena sexual, ahora zambullirse en la escena sexual implica tener que al menos por un ratito, como decía, no creo que eso se logre de forma definitiva, pero al menos por un ratito, es preciso dejar esa posición de hijo, ahí ya los reclamos, las demandas, el hacerse cuidar, la expectativa de protección, todo eso tiene que quedar al menos entre paréntesis al menos lo que dure.

Me fui un poco hacia la adolescencia, pero quiero volver a la infancia para mantenernos en ese contexto, simplemente traslado a través del ejemplo la cuestión de la adolescencia para situar que esto que estoy ubicando se puede jugar en diferentes niveles, y en un síntoma tan común por el que se consulta hoy en día como la impotencia, por no mencionar también las crecientes celotipias por las que se nos consulta.

Yo creo que hay un punto donde pensamos en la experiencia amorosa juvenil y no tan juvenil, porque yo diría que quizá hasta hace un tiempo, los celos eran un experiencia de deseo propia de la adolescencia o la temprana juventud que con los años iban quedando en un segundo plano y hoy en día veo que la vivencia celotipia se volvió desde la juventud en adelante, pueden durar toda la vida los celos y ya no son los celos neuróticos, no son los celos sintomáticos, retorno de lo reprimido, no son los celos articulados inconscientemente sino que son los celos que se viven de manera consciente. Por eso lo llamo celotipia, no son los celos que se reconocen a través del desciframientos de un sueño. Un sueño puede ser una escena celotipia solamente que proviene de la represión, otra cosa son las personas que viven celos conscientes intolerables y que no admiten de ninguna manera y no pueden soportar más que enojarse con cualquier presencia de un deseo, porque digámoslo claro, el celoso es un mirón, el celoso es alguien que mira, que quiere saber, que vive atormentando por su deseo del saber, mirón y quiere saber todo el tiempo, mirón e investigador.

¿Qué es el celoso? Es un resabio de la posición de hijo. Podemos producir todo tipo de saberes conscientes relativos a que ser celoso no está bien, a que ser celoso está mal, a que habría que modificarlos, ¿No vieron que siempre que quememos solucionar los celos decimos lo que tiene que hacer el otro? Decimos, si el otro me diera más seguridad, si el otro tal, siempre decimos lo que tiene que hacer el otro en vez de pensar en la vía del análisis de los celos, tenemos tan poca fe a la posibilidad de poder tratar, lo que pasa es que hay que reconocerlo, ya no insisto en los celos sintomáticos, sino los celos que tienen su raíz por decirlo de así, la posición de hijo y por lo tanto en esa dependencia edípica temprana, cuando decía hace un momento, el niño es un espectador de esa escena en la que se juega un deseo, la llamé escena primaria, escena a la que se excede con teorías sexuales infantiles, escena que se investiga, en definitiva presentando de otra forma, esa matriz fundamental de la experiencia del psicoanálisis que es el complejo de Edipo.

Claro que, tendríamos que preguntarnos hoy en día, qué vigencia tiene el complejo de Edipo, si el complejo de Edipo es una matriz simbólica, si pensamos ya no en Freud sino en autores post freudianos como por ejemplo Melanie Klein, que encontraba el complejo de Edipo hasta casi adentro de la panza, ella tenía ese afán de ir a buscar, y yo no sé si hoy en día podemos asegurar la presencia del complejo de Edipo dentro las vivencias infantiles. Para mí todavía es una pregunta, por supuesto que encontramos el cariño a su mamá, por supuesto encontramos que es un niño que quiere estar con su mamá todo el tiempo, o un niño que ama mucho a su papá, por supuesto que las vivencias afectivas las vamos a encontrar siempre, todavía nos tenemos que preguntar qué vigencia tiene el complejo de Edipo como matriz simbólica que asegura la filiación de un niño.

Sobre todo porque, al menos esto es algo que desarrollé principalmente en el libro “Más crianza y menos terapia” que en buena parte del libro despliego los tres grandes complejos de la infancia, como el complejo del destete, el complejo del control de esfínteres y el complejo de Edipo y de alguna forma lo que planteo en el libro es que esa instancia inicial de relación primaria con el otro, que es lo que se juega en la experiencia del destete, sigue siendo una experiencia que se prolonga muchos años más allá del hecho de que un niño deje de mamar y que abandone la lactancia o quizá si solamente se alimentó con biberón, igualmente permanecemos en esa posición primaria en la que se trata de simbolizar la ausencia del otro.

Yo creo que esto se corrobora por ejemplo, una indicación directa es las grandes dificultades que tienen los niños para poder dormir. La gran dificultad que tienen los niños para poder dormir si no es dormir con otro. Yo al menos pienso que de un tiempo a esta parte no solo pasa en Argentina, porque de mi experiencia conversando …. Latinoamérica o leyendo bibliografías de autores españoles me llaman la atención de que se ha vuelto un motivo de consulta, y cada vez más frecuente, son los niños que no adquieren la función del sueño. Por decirlo así, son niños que se duermen por agotamiento, por cansancio o frente a una pantalla, que para poder dormir necesitan que un adulto se siente a su lado acueste directamente con ellos y sobretodo que lo toque, que haya contacto físico, que estamos hablando independientemente de la edad, porque no estamos pensando en niños de un año o dos años, estamos hablando de niños que ya tienen cinco o seis y siete años, y que efectivamente no adquieren la función del sueño porque la función del sueño no es simplemente dormirse, la función del sueño de poder dormir y soñar, es adquirir la capacidad de quedar en relación, dicho de otra forma, volverse espectador de una u otra escena.

¿Qué es ser un soñante? Es ser un hijo, hay que ser hijo para poder soñar, básicamente para poder soñar hay que poder volverse espectador absoluto de una escena que pasa en otro lado, pienso como ese no se consigue y era lo que se volvió un tema muy frecuente en la consulta de hoy en día que son, los niños con pesadillas, niños que se asustan cuando duermen, que hay algo de la aparición de la otra escena que no aparece con la forma del sueño sino que aparece de forma disruptiva, aparecen escenas que les resultan feas, sueñan cosas que les asustan.

El dormir, no diría donde ese deseo no se llega a situar, porque ¿Qué es el sueño? Es una realización de deseo donde no se llega a consolidar esa otra escena como escena en la se puede espiar un deseo. A mí me gusta mucho pensarlo de esa forma, ¿Qué es soñar? Pues soñar es volver a ser hijos por un ratito para ir a espiar un deseo, y a veces podemos y a veces no, y creo que siempre es importante como si lo pensamos un poco, cuando los psicoanalistas recibimos a una persona en nuestra consulta y es alguien que nos dicen que nunca sueña, que nunca tiene sueños ni nada y que se empieza a instalar el dispositivo analístico y en la medida en que se instala la posición analizante, porque la posición analizante requiere la posición de hijo, y entonces esa persona le empieza a pasar que empieza a soñar, empieza a producir sueños para el análisis, con el alivio que eso también produce.

Decía entonces que al menos en el libro “Más crianza y menos terapia” trato de desarrollar que en principio los problemas relativos a la simbolización de la ausencia del otro, propios del complejo del destete, y por otro lado, los problemas propio al control de esfínteres relativos a los bordes narcisistas, se han vuelto tan pregnantes que por decirlo así, poa libido queda para investir el complejo de Edipo.

Nos encontramos entonces con niños cuyo trabajo psíquico está mucho más planteado a nivel de poder elaborar la relación primaria con el otro o en relación a sus propios bordes narcisista y esa experiencia por decirlo así de perseguidad, sostén del juego, de apertura al lazo con otro, se vuelve difícil, pienso que para hacer un barrido de diferentes circunstancias, aquellos niños a los que les resulta muy difícil que sus padres hablen y no hablarle, por no mencionar a aquellos niños que todo el tiempo le están hablando a un adulto, para mí es un tema súper importante situar esa posición en algunos niños, digamos que hay niños que no necesariamente tienen un síntoma dramático de la subjetivación, pueden pareces hasta niños muy sanos y sin embargo el principal indicador de algo a tratar es que son niños que no pueden estar haciendo algo que no sea comentado con un adulto. A veces incluso lo escuchamos de manera lateral en la consulta de los adultos cuando dicen, no puedo hacer nada sin que mi hijo me esté hablando, cuando estoy con mi hijo no puedo hacer otra cosa. Padres que nos dicen que no pueden cocinar, no pueden sentarse a leer, no pueden ponerse a escuchar música porque inmediatamente su hijo les está encima hablándoles de algo.

Ese corte en relación con la palabra es una de las formas del destete también o como recia recién, a propósito del complejo de control de esfínteres, y que en el libro lo desarrollo y aquí solamente lo voy mencionando cuando digo, me refiero a los bordes narcisistas que niños para los cuales el grado de rivalidad que adquieren con el vínculo con el otro es tal que no pueden tener una escena compartida con otro niño, niños que entonces no pueden jugar con otros. Por eso creo que para algunos niños las tecnologías vinieron muy bien porque permiten jugar solos con otros, pero juegan solos, no juegan con otros, permite que cada uno juegue solo, juegan en paralelo solos. Si lo pensamos y lo reconducimos evolutivamente, es una escena propia de la infancia, pero es una escena muy temprana que permanezca ese tipo de vínculo o lazo infantil por ejemplo en niños de ocho o nueve años, eso se vuelve un problema. Y digo que se vuelve un problema porque interroga a otra de las nociones más importantes del psicoanálisis, ya no con niños sino en el psicoanálisis en su conjunto, que es la idea de latencia.

Si hay una idea fundamental dentro de la concepción Freudiana de la sexualidad, es que la sexualidad tienen dos tiempos, necesario un tiempo por decirlo así de elaboración de una posición de saber o de hijo respecto de la sexualidad en la temprana infancia, para que luego eso sucumba al trabajo de la latencia y por lo tanto con la actualización puberal, se ponga a prueba ese saber elaborado y por lo general más bien diría que fracase.

Nosotros nos estamos encontrando con que hay niños que no desarrollan latencia, o cuyo ingreso en la latencia cada vez es más tardío, por lo tanto, lo que Freud pensaba que una latencia que quizá iba de los seis a los trece años, efectivamente producir el trabajo de latencia tiene como contraatacar a latencias de dos o tres años o quizás casos en los que la latencia no estuvo, y eso creo que permite también entender que muchas coordenadas propias en la consulta actual con adolescentes, cuando recibamos en la consulta por un joven de catorce o quince años y no podemos dar por sentado que se trate de un adolescentes, podemos decir que se trata de alguien que atravesó la pubertad pero no es lo mismo decir si hubo o no latencia y a lo mejor es el trabajo de investigación clínica que hacemos en las primeras sesiones con alguien de esa edad, tratar de rastrear latencia si es que la hubo.

¿No tienen a veces la impresión con algunos de los adolescentes que se encuentran, que antes de ser adolecentes concernidos que tienen que hacer un trabajo psíquico por los efectos de la pubertad, son más bien niños grandes? ¿Son como niños sexualizados? ¿Son niños con la posibilidad de una práctica de la sexualidad efectiva? Pienso que con muchos casos de adolescentes en los últimos años, con lo que me encontré, es que hay que hacer un trabajo más parecido al de la clínica con niños que al trabajo propio del psicoanalista con adolescentes donde retornan las preguntas.

Hace poco, en la consulta, un muchacho de catorce años con mala conducta en la escuela, maltrato hacia su madre a la que eventualmente golpeaba, no con violencia sino que golpeaba a su madre con torpeza por no poder distinguir de que él ya tenía un cuerpo con el cual, por así decirlo, en sus berrinches y en sus enojos, cuando ya a los catorce años su madre quería frustrarlo eventualmente, supongamos que pidiéndole que se fuera a dormir porque tenía que ir a la escuela el día después y que por lo tanto dejara de jugar a la Play Station, él se enojaba y tiraba cosas y revoleaba algo, y si la madre estaba ahí quizá la ligaba, quiero decir, no era un pibe violento era un pibe con poco borde diríamos. No lo desarrollo más pero simplemente digo, cercano a lo que nombraba hace un momento, con bordes narcisistas difusos, incapaz de representarse.

Pensemos en el atravesamiento del complejo de Edipo, y perdonen que no lo desarrolle pero después les puedo hacer llegar un texto sobre este tema, y diría, que la empatía es una de las consecuencias directas del atravesamiento del complejo de Edipo, digamos que quien permanece afincado en el complejo del control de esfínteres, solamente vive al otro hostilmente, agresivamente, culposamente, y a lo sumo puede ser sumamente compasivo, pero porque la compasión en ese caso lo que quiere decir es hacer del otro una proyección imaginaria de uno mismo, es decir, no quiero que me pase lo que le pasa al otro.

Uno puede ser muy compasivo y la compasión no es empática, quiero decir que es la situación de una persona en la que supongamos que va por la calle y frente a un mendigo se comporta de tal manera en la que le da dinero porque no quiere que le pase a él, entonces realiza un acto mágico de que para que no me pase a mi le doy, ahora eso no es la empatía.

La empatía es una vivencia psíquica compleja, y digo empatía porque es una palabra que utilizamos un montón, quiero decir, la empatía no tiene que ver con ponerme en el lugar del otro, la empatía tiene que ver poder pensar al otro sin pensar por el otro, y díganme sino ocurre, y eso es gran fracaso de la empatía en nuestra sociedad, cuando uno escucha a cuantas personas decir frente alguna situación de desencuentro, el primero razonamiento que dan inconscientemente decir, yo lo que hubiera hecho, y como puede ser que el otro haya hecho esto porque yo lo que hubiera hecho. Efectivamente eso es un indicador sumamente importante respecto de que uno puede situar de qué manera alguien atravesó el complejo de Edipo, como cuando nos cuenta una pelea y también porque no, las peleas de pareja, que se han vuelto hoy en día tan significativas, tan difíciles, y la clínica de parejas aumentó muchísimo en este tiempo, y aumentó no solo por cantidad sino por calidad también. Hemos pasado de esas consultas de parejas que llevaban mil años juntos y trataban de ver cómo hacer para seguir juntos, a las personas que nos consultan cada vez más jóvenes en relación a que no saben cómo hacer para poder estar juntos. Es un cambio muy notable en la consulta respecto de la pareja, pasamos de la pareja que no sabe cómo seguir, a la pareja que no sabe cómo empezar, porque es cierto que sin empatía es difícil pensar en pareja y la empatía no es algo que podamos reclamar.

Vuelvo a mi ejemplo, podemos entrar en las redes sociales y encontramos dos cosas, gente que nos dice como nos tenemos que masturbar y gente que nos dice que tenemos que tener empatía, nadie va a tener empatía porque le digan que hay que tener empatía, la empatía es como decía recién, es un efecto del atravesamiento del complejo de Edipo.

Y volviendo a lo que mencionaba recién de este caso del muchacho que, en las primeras entrevistas con él, era notable que no eran un joven, que era un niño grande por su forma de juego, rápidamente instaló una escena lúdica de rivalidad, de competencia, y en cierto momento, fue muy notable porque vio una foto mía en la repisa, una foto de mi hijo, y entonces me pregunto quién era, de hecho inicialmente me dijo, ¿Quién es este pendejo?, y yo le conté que era mi hijo y a partir de ese momento, empezó a preguntarme por distintas situaciones en torno a mi hijo, prácticamente estuvimos varias sesiones hablando de mi hijo, y me preguntaba, y vos, ¿Cómo retas* a tu hijo? Y vos, ¿Cómo lo haces?, y en cierto momento me pregunta también, porque ve otra foto, aunque previamente me pregunta en relación con la madre de mi hijo en cierta ocasión, catorce años tiene, fíjense en el nivel de regresión que se adquiere en el dispositivo y hace preguntas que él ya sabe que estas cosas existen, pero sus preguntas se vuelven transferenciales y puede preguntar cosas que sabe o cosas que conoce para buscar un saber, que es lo propio de la experiencia del análisis. Me pregunta por la madre de mi hijo y yo le cuento que estoy separado de ella y demás, y en su momento me pregunta que si estoy casado, yo le respondo que sí, y él me pregunta por eso que le parece una contradicción porque me dice, pero, ¿Cómo estás casado si no estás con ella? Y yo le digo, pero estoy casado con otra mujer, y entonces le muestro una foto de mi familia y él ve que mi pareja tienen hijos que no son directamente míos, por así decirlo, que no son biológicamente hijos míos, y me hace una pregunta muy interesante, me pregunta si no estoy celoso del padre de los hijos de mi pareja. Nunca había pensado en esa pregunta, por suerte son esos momentos de conversación original donde uno no sabe que decir y entonces no piensa y solamente responde, y es lo que mejor que uno puede hacer, responder y después preguntarse porque respondí lo que respondí, y yo le respondí que no estaba celoso porque yo no sentía una competencia, porque él me había preguntado previamente si yo era un padrastro entonces, y le dije que no, porque efectivamente los hijos de mi mujer tienen padre, y ahí me pregunta por los celos, si yo no estoy celoso del padre de los hijos de mi mujer y le digo que no y se me ocurre decirle algo que después pensé, porque le dije, no se trata de que ellos me quieran a mí, se trata de que yo les quiera a ellos, yo podría estar celoso si para mi fuese más importante que ellos me quieran más a mí que al padre, pero yo no quiero eso.

Pienso como en este punto, esa respuesta, por lo que vino después, en principio es una pregunta de análisis, es una pregunta por la filiación en la transferencia.

¿Podes querer a alguien que no sea directa o biológicamente tu hijo? Es una pregunta por él mismo, y diría que con esa pregunta de análisis, él se volvió ya no solo paciente sino también analizante, una pregunta relativa a si alguien puede destituirse hacia el lugar de hijo para amar, para dar un amor, que no espera reconocimiento ni gratitud, ni espera un homenaje. En ese punto, el analista es una instancia de filiación, porque la filiación también nos introduce en una relación en la que el amor no es algo que se espera, se da, se intercambia, sino que el amor supone una deuda. Estamos filiados respecto de todos aquellos a quienes quedamos unidos por una relación de deuda, no una deuda de esas que se pagan, sino de esas deudas con las que hay que hacer algo, hay que asumir, que nos cambian. Los psicoanalistas tenemos una deuda con Freud, no somos psicoanalistas porque amamos a Freud, somos psicoanalistas porque tenemos una deuda con el amor de Freud, que es el amor de Freud lo que nos introdujo en esta práctica, es el que hace que leamos las primeras páginas de la interpretación de los sueños o la psicopatología de la vida cotidiana y digamos, aquí hay algo.

Recuerdo en mi adolescencia cuando una vez estaba pensando que es lo que iba a ser de mi vida, y vi en el parque caminando a una mujer, tendría veinticinco años y yo tendría dieciséis o diecisiete y ya una mujer de veinticinco años en aquellos años ya era una mujer mayor, y la vi sentada en un banco leyendo un libro de Freud, y el efecto fue impresionante, dije, yo quiero leer lo que está leyendo esta mujer, y dije, me voy a anotar en la carrera de psicología. Efectivamente la escena primaria puede volver en cualquier momento, la escena primaria puede ser un adolescente que camina por la plaza y ve a una mujer con ese hombre en los brazos que es un libro Freudiano y uno dice, ahí hay algo y yo quiero saber que hay ahí.

Estamos en hora para que haya intercambio, así que yo me detengo aquí, y para desarrollar algunas de las cosas que dije, les propongo que primero hagamos un espacio de conversación y después desarrollo.

 

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* Charla de inicio del ciclo de actividades científicas del curso 2021-2022 de Aecpna celebrada el 25 de septiembre de 2021.

** Sobre el autor: Luciano Lutereau, psicoanalista, Doctor en filosofía y Doctor en psicología, licenciado en la Universidad de Buenos Aires, donde trabaja como Docente e Investigador, Magister en psicoanálisis y especialista en psicología clínica también por la Universidad de Buenos Aires, coordina la Licenciatura de Filosofía en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales. También participa en programas de radio y televisión llevando el pensamiento psicoanalítico de forma accesible.

Es un escritor infatigable y ha escrito más de 20 libros. Es autor de algunos libros que ya forman parte de la bibliografía que todos conocemos. Uno que quiero citar especialmente, es un bellísimo texto que se llama El idioma de los niños. Lo infantil en nuestra época de 2014, un libro que ya es un clásico.

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