Agradezco a los miembros, socios y autoridades de Aecpna y también a todos ustedes, que han venido para escucharme por primera vez aquí. Hablar de la virilidad implica hablar de muchos temas, puesto que efectivamente es imposible hablar de los hombres sin hablar al mismo tiempo de las mujeres, de lo masculino sin hablar de lo femenino.
Hoy nos parece muy evidente que el psicoanálisis está comprometido en las transformaciones sociales, políticas, históricas, pero es importante recordarles que en la historia del movimiento psicoanalítico esto no siempre ha sido así. Que los psicoanalistas abran una ventana más allá del espacio de la experiencia clínica privada e íntima, es algo relativamente nuevo, diría que en buena medida ha sido Lacan quien con su teoría de los discursos afirmó la necesidad de prestar atención a lo que él denominaba “el horizonte de la época”, manteniendo al mismo tiempo el marco que es específico al psicoanálisis, es decir, cómo prestar atención a lo que sucede en nuestro mundo sin confundirnos con la sociología, lo cual no significa que no tengamos por supuesto un respeto a la dignidad de esa disciplina. ¿Cómo mantener nuestro marco, nuestro rigor, sin perder de vista que efectivamente el psicoanálisis se ocupa de, podríamos decir, dos dimensiones que pesan constantemente en la constitución de la subjetividad? Esas dos dimensiones se refieren a lo que cambia a lo largo de la historia, y a aquello que se mantiene constante, sin sufrir cambio alguno.
Hay cosas que efectivamente no cambian. Pero hay otras que sí cambian, y debemos prestar atención a cómo se transforman los semblantes y su dinámica, a los cambios en las estructuras familiares, las modificaciones en lo que se piensa respecto del género, del sexo, etc., todo eso tiene una incidencia. Debemos preguntarnos hasta qué punto llega esa incidencia, y hasta qué punto esas transformaciones históricas tocan o no lo que es la estructura más íntima de la subjetividad, es decir, nuestras definiciones más clásicas de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje y que el significante es la causa del goce.
La dificultad para abordar las vicisitudes contemporáneas de la virilidad, no es un tema nuevo, es un tema que ya tiene su tiempo.
Voy a situar un punto de inflexión que tomo del seminario cuatro, “Las relaciones de objeto”, donde Lacan, a propósito de estudiar el caso Juanito, dedica una serie de páginas en un momento del seminario a reflexionar sobre la masculinidad, sobre la virilidad. Y lo hace citando a quien había sido para él uno de sus grandes maestros, Alexandre Kojève, un filósofo refugiado en Francia en los años 50, un referente muy importante para Lacan. Fue considerado uno de los expertos más grandes en la obra de Hegel. Kojève, en un artículo que se titula “El último mundo nuevo”, escrito en 1954, estudia una novela que en esos momentos había hecho furor en Francia, la novela “Bonjuor Tristesse” de Françoise Sagan, donde hay una escena en la que la autora traza como una suerte de imagen caricaturesca de los hombres. Kojève toma ese capítulo de la novela lanzar una afirmación muy fuerte:ya no quedan hombres.
Lacan aplica eso al caso de Juanito, porque si bien considera que el niño ha alcanzado desde el punto de vista identificatorio el acceso a la heterosexualidad, él lo denomina que se trata de una masculinidad no legítima. A juicio de Lacan, La posición viril de Juanito padecía algunas dificultades en su estabilidad, pese a en su vida adulta, había hecho una elección que podríamos llamar heterosexual normativa.
Hay que tener también en cuenta que estamos hablando de los años 50, que el seminario de Lacan tiene un contexto y que Lacan también era un hombre de su época, es decir, que estas cosas también fueron variando, pero en ese momento esta observación me parece que es importante porque Lacan sitúa que después de la Segunda Guerra Mundial se produce un cambio en la modalidad del ejercicio de la masculinidad y él lo dice de una manera muy irónica y humorística, “los hombres de hoy en día (se refiere a los hombres posteriores a la Segunda Guerra Mundial) se están acostumbrando a que sean las mujeres las les bajen los pantalones”. Somos testigos de un fenómeno que se manifiesta de múltiples formas, pero que validan esa profecía o esa visión que Françoise Sagan tuvo y que Lacan retomó. La masculinidad es algo que va desapareciendo, o se va transformando en otra cosa. Hay otros modos de ejercer la masculinidad, pero esa pasivización es algo que hoy en día vamos comprobando. Por ejemplo, en el hecho de que las mujeres en todas partes del mundo se preguntan dónde están los hombres.
Basta una observación tan elemental como salir un sábado a la noche y ver lo que ocurre en los restaurantes, en las calles: bandadas de mujeres solas, que antes salían para reunirse con otra bandada de hombres. Hoy en día las vemos divirtiéndose entre ellas en los restaurantes, asistiendo a los eventos culturales, y por supuesto ya no hablemos de que son mayoría en casi todas las carreras universitarias, y eso ocurre en casi todos los países del mundo.
Estaba leyendo un estudio muy interesante al respecto. Las mujeres ya son mayoría en casi todas las universidades y todas las carreras en prácticamente todos los países del mundo. La proporción de mujeres que culminan la carrera universitaria es mayor que la de los hombres. Otro estudio que, realizado sobre la población gitana de nuestro país, muestra que hay cosas que están empezando a cambiar. Por primera vez empiezan a aparecer universitarios en la etnia gitana, pero, mejor dicho, universitarias. Las primeras personas universitarias de etnia gitana que están culminando su carrera y entran a ejercerlas en el mercado laboral, son mujeres.
Es decir, una de las transformaciones más importantes que ha ocurrido en la sociedad contemporánea, es este extraordinario cambio, que comienza a reparar esta deuda histórica que el mundo tenía con las mujeres.
Ana Isabel hacía una pregunta, cómo de una niña castrada se fabrica una mujer, y cómo de un niño fálico se fabrica un hombre. Bueno, por supuesto es un proceso sumamente complejo, pero no hay ninguna duda de que, en la actualidad, el proceso de fabricación de un hombre depende muchísimo de las mujeres.
Hace poco he publicado una pequeña nota sobre el gran mito de Jeff Bezos, el creador de Amazon. Todo el mundo cree que el invento surgió enteramente de su cabeza, y claro que es un tipo genial. Pero ahora se sabe el papel que su mujer tuvo en la creación de esa empresa, un papel que actuó casi siempre en la sombra porque como muchas veces ha ocurrido en la historia, ella le cedió el papel protagónico. Ahora que se han divorciado, los biógrafos están sacando a la luz el rol que ella ha tenido en la creación de ese imperio.
Mujeres de toda condición en afirmar que los hombres parecen haberse batido en retirada. Ellos todavía conservan una alta cuota de poder en la esfera fundamentalmente política y empresarial, pero eso es cuestión de pocas décadas, eso también va a cambiar y las mujeres también van a empezar a dominar esos terrenos que durante muchos siglos fueron patrimonio masculino.
Es decir, que si ustedes tienen presente las fórmulas de la sexuación que Lacan planteó, del lado llamado “el lado de la izquierda”, el lado macho de las fórmulas, donde se pueden inscribir sujetos con independencia del género biológico al que pertenezcan, se puede estar del lado masculino con independencia del sexo, y del lado derecho están las fórmulas de la posición femenina en donde se pueden inscribir sujetos que no necesariamente son mujeres del punto de vista biológico. Si tienen en cuenta esos dos campos, durante muchos años, los psicoanalistas lacanianos por lo tendíamos a comprender el lado de la posición femenina, como algo que se deducía de la posición masculina. A medida que van transcurriendo los años, Lacan va desarrollando nuevos conceptos, y el mundo nos obliga a arrojar una mirada distinta sobre muchos fenómenos, nos damos cuenta que la falta de un universal femenino, (que es una de las tesis centrales de Lacan, ese famoso aforismo de que “la mujer no existe, existen las mujeres, una por una”), tiene consecuencias sobre la posición masculina.
También debemos tener presente que todos estos cambios históricos en el papel de la mujer, no solo produce conflictos en las relaciones entre los sujetos, entre los grupos sociales, sino que en la intimidad misma de cada mujer hay algo que aparece de un modo conflictivo, es decir que hay algo que a ellas mismas las divide. Muchas veces las escuchamos decir que ser modernas es una cosa tremendamente agotadora, que a lo mejor no es tan seguro que lo que han podido conquistar históricamente resulte ser una ventaja. Es algo sobre lo que muchas bromean, pero sabemos que hay una relación entre chiste y el inconsciente. ¿Vivimos mejor nosotras que nuestras abuelas o nuestras madres?, se preguntan algunas. Habernos liberado del yugo que asimilaba nuestra condición femenina a la función de esposa y madre, ¿nos ha traído una mayor satisfacción?
La cuestión no es entrar a debatir si la condición actual de las mujeres es mejor que la anterior o no, no es ese punto al que quiero ir. Lo importante para el psicoanálisis es ese resto que cae de las transformaciones de los discursos, eso siempre se precipita bajo la forma del síntoma. Todo aquello que aparece en el plano de a la autorrealización personal, de las conquistas sociales, etc., no necesariamente se asocia con una armonía en el campo de la economía libidinal de una mujer. Lo que cada vez resulta más evidente es que todo lo que históricamente han conquistado no anula la dimensión del síntoma, es decir, que el malestar se sostiene, el malestar subsiste, porque en la condición del sujeto hay un malestar que no depende de los cambios sociales, es decir, que mejorar nuestras condiciones sociales por supuesto que trae una serie de beneficios, pero que observamos que en sociedades tan evolucionadas, donde tantas cosas se prevén, por ejemplo las sociedades nórdicas donde las cosas están tan previstas, tan cubiertas, tan pensadas, tan garantizadas, no es tan seguro de que la gente sea más feliz que los que viven en Haití. No estoy comparando esas sociedades, por supuesto, sino que quiero señalar que hay un malestar que es transversal, y que está más allá del entorno social, cultural, económico.
No está demostrado que los avances y las conquistas sociales logren eliminar los impasses en la relación con el deseo con el goce. Freud ya lo dice en “El malestar en la cultura”, “el placer no está asegurado en el programa de la civilización”, hay algo que nosotros reconocemos más allá del principio del placer, algo que se impone, que se precipita, que sedimenta, más allá de todas las transformaciones históricas, incluyendo aquellas en las que reconocemos un progreso para la humanidad. Es por ese motivo que porque el psicoanálisis tiene al respecto una posición que puede sonar un poco chocante, pero Lacan afirma en su seminario sobre la ética: el psicoanálisis es antiprogresista.
¿Y esto que quiere decir? Que el psicoanálisis no cree en la idea de progreso promovida por Ilustración. Por supuesto, se reconoce como una consecuencia del Siglo de las Luces y no habríamos podido ni imaginar la existencia del discurso analítico sin el nacimiento de la ciencia moderna, pero lo que el psicoanálisis viene a mostrar -a diferencia de lo que vemos en la historia de la cienciaes que no hay progreso en el plano de la subjetividad. Puede haberlo en materia de avances técnicos, de mejoras en la salud, la educación, etc., pero hay algunos de elementos de la condición humana que no cambian. Cuando se descubrieron los horrores de la Shoah, todos se volcaron a repetir aquello de “nunca más”. Pero lo que más se repite es precisamente eso que se promete no volver a repetir.
Hay una cuestión que creo que es importante señalar respecto las mujeres en la actualidad, incluso en aquellas que han logrado un cierto grado de satisfacción con el lugar que ocupan, que han sabido articular un equilibro entre sus ideales profesionales, culturales, afectivos, sentimentales, que han podido tomar decisiones importantes, como por ejemplo elegir libremente la maternidad o no, que han comprendido que eso ya no es un deber ni una obligación que les corresponde por su presunta condición femenina.
Pero ustedes son practicantes del psicoanálisis, saben que esto lo escuchamos en la clínica, que hay una división interna, un interrogante, un cierto malestar que las mujeres experimentan en relación a estos nuevos cambios y se empiezan a preguntar qué lo que está pasando en el campo masculino, si acaso eso tiene que ver con las transformaciones producidas en el terreno de lo femenino. Un ejemplo: una mujer dedicó todo el tiempo de su sesión a expresar una doble queja, por una parte, la indignación que le produce cuando va por la calle y algún hombre le lanza un piropo, y acto seguido la queja continua de que tiene la impresión de que su marido cada vez está más desinteresado en el sexo con ella. Evidentemente, ella no establece ninguna conexión entre una afirmación y la otra, pero más allá de lo que podamos pensar desde el punto de vista de la singularidad de este ejemplo, los hombres son cada vez más censurados por practicar la masculinidad al tiempo que se les reprocha el no querer ejercerla. Es decir, están siendo sometidos a ese doble mensaje, se les acusa de que por su condición de hombre ya son tóxicos, y al mismo tiempo se les reprocha no ser suficientemente viriles, no querer comprometerse en el ejercicio de la masculinidad.
Está claro que lo que está en juego es el imperativo de crear un semblante nuevo de masculinidad, un modo diferente de jugar el juego de los sexos, al mismo tiempo de que quienes se inscriben del lado macho de las fórmulas de la sexuación están sometidos al lecho de Procusto que los matemas demuestran: ¿cómo salirse de las condiciones impuestas al varón por la estructura del fantasma?
Hace poco escribí sobre el ascenso impresionante e imaginable para nosotros los españoles de este nuevo partido Vox. Es la primera vez que un partido político aprovecha un nicho de mercado que tanto la derecha como la izquierda habían desatendido: la cuestión del goce. Emplear un discurso que alcance el punto del goce conmovió de alguna manera las consciencias sociales y políticas como ningún otro discurso lo ha hecho hasta ahora. En este momento hay toda una población sensible a escuchar a un profeta que promete venir al rescate de los hombres pisoteados por la historia contemporánea.
Es muy importante que nosotros pensemos en estas cuestiones porque la incidencia no afecta solamente a la clínica. El retroceso en el campo masculino genera inhibiciones, imposibilidades en el compromiso, dificultades en el ejercicio de la paternidad, pero también respuestas terribles, de violencia, monstruosidades como esta designada con el significante “manada”. Lacan observó que cada vez que un significante se echa a rodar por el mundo, eso produce efectos imparables. Alguien inventó el término, o no sé si fueron ellos primeros los que se llamaron “la manada”, y ese significante ha dado vueltas por el mundo entero y entre los efectos están los de identificación y de contagio que los significantes producen.
Con independencia de que el feminismo tiene una larga historia, ahora nuevas corrientes comienzan a comprender y a realzar el valor y la importancia que el psicoanálisis ha tenido en la transformación y condición de las mujeres, porque al principio Freud era como el enemigo o el demonio para las primeras corrientes feministas, mientras que y hoy en día -especialmente en los Estados Unidoshay corrientes feministas que no solamente abrevan en la teoría freudiana sino fundamentalmente en los estudios culturales sobre Lacan. Estados Unidos es el país que más páginas publica sobre el psicoanálisis lacaniano en el mundo, en el marco del discurso universitario.
Así como la clínica psicoanalítica es relativamente escasa en los Estados Unidos, sin embargo el interés que hay en las Universidades, sobre todo en las carreras de historia, economía, sociología, literatura etc., los llamados estudios culturales lacanianos por van en un aumento exponencial.
Por supuesto que el psicoanálisis ha contribuido a la legítima renovación del papel que las mujeres han ido conquistando. Con independencia de que Freud fuera un hombre de su época, hay que tener en cuenta algunos datos importantes. En primer lugar, la sociedad psicoanalítica fundada por Freud fue la primera asociación científica que permitió la entrada de mujeres sin ninguna clase de condicionamientos ni restricciones, y en segundo lugar desde un principio las mujeres ocuparon la cabeza directiva de ese movimiento ¿Cuántos años tuvieron que pasar para que en una corporación económica existiese algo equivalente a una Melanie Klein, que encabezó toda una escuela mundial? Es algo que el feminismo tardó en reconocer, pero tuvo que admitir.
Hablo del feminismo por lo siguiente, porque más allá de la polémica interna, hay muchas corrientes dentro del feminismo, hay por ejemplo corrientes que están peleadas entre sí, como siempre surge en cualquier movimiento académico e intelectual, pero lo cierto es que más allá de todas esas diferencias, por supuesto que el feminismo les ha aportado a las mujeres en el mundo entero, incluso en aquellos lugares en donde se tenían que reunir clandestinamente, como en los países islámicos, todo ese discurso les ha proporcionado a las mujeres un soporte, algo que les ha estimulado o ayudado a sentirse amparadas en su reivindicaciones, es decir, las mujeres han tenido que luchar en algunos lugares poniendo verdaderamente el cuerpo, y ese discurso, insisto, más allá de todas sus diferencias, les ha dado un respaldo, las ha ido acompañando, les ha permitido generar entre ellas una comunicación a nivel global, les ha permitido sentirse respaldadas, apoyadas y crear una solidaridad internacional en sus reivindicaciones.
Nada de esto ha sucedido en el campo masculino. Los hombres en ese sentido han quedado completamente desasistidos, no ha habido estudios específicos sobre la masculinidad, y ahora con todo lo que está ocurriendo empiezan a haberlos, pero es algo que apenas acaba de comenzar. ¿Qué es lo que le pasa a los hombres?
Toda la vida, el enigma siempre cayó del lado de la feminidad, y es así como Freud se refiere a la femenino, El continente negro, El corazón oscuro, El enigma, ¿En qué consiste la esencia femenina?, y Lacan ha mostrado que no hay ninguna esencia femenina. La negación del universal femenino es un modo de sostener que no hay una esencia femenina. Los psicoanalistas habíamos perdido un poco la visión y quizás porque no estamos libres de tener nuestros propios prejuicios y fantasmas, creíamos que en el plano de lo masculino las cosas estaban muy claras, pero ahora nos damos cuenta que la pregunta “¿Qué quiere una mujer?, tan difícil de resolver y para la que Freud confesó que no tenía respuesta, tiene su correlato en el otro lado: ¿Qué quiere un hombre? Tampoco la respuesta es muy clara. Los hombres también presentan enigmas tan difíciles de resolver o que necesitan formulaciones y conceptos que ni el psicoanálisis ni los estudios culturales han sabido proporcionar.
El sentimiento de desamparo que muchos hombres experimentan proviene de muchos factores, pero uno de los más importantes es: “Y a nosotros, ¿quién nos defiende?”, “¿Quién nos protege de esto?” Porque no todo el mundo se identifica con los agresores, ni con los violadores, también hay hombres que todas las mañanas se levantan, van a trabajar, cuidan de su pareja, de sus hijos, y sin embargo es verdad que se ha extendido la idea de que hay algo intrínsecamente maligno o demoníaco en la masculinidad, y esa es una desprotección ontológica que muchos hombres experimentan en la actualidad frente al cual las reacciones son múltiples y distintas, “Nuevos rostros”, como dice el título de esta conferencia; hay rostros de inhibición, de retroceso y también está todo lo contrario, los rostros de furia, de crueldad, de sadismo, etc., rostros que reivindican la masculinidad a través de los valores más siniestros o más nefastos que se han asociado a veces simbólicamente a lo largo de la historia.
Pero quiero señalar que todo este cambio tiene que ver con la lenta disolución del patriarcado, que no es algo nuevo, a veces tendemos a creer que el patriarcado es algo que se empezó a desmoronarse en los últimos años, pero esto ya lleva muchos siglos, lo que pasa es que el proceso ha sido muy lento y muy gradual y ahora es cuando empezamos a notar los primeros signos.
Todos los sujetos, cualquiera sea la posición en la que se encuentren, son sujetos del discurso en el que viven. Por lo tanto, el patriarcado ha ejercido una crueldad y una tremenda desigualdad en muchos aspectos, pero los hombres no han salido victoriosos de ese discurso. Es bajo el régimen del patriarcado donde cientos de millones de hombres perecieron en los campos de batalla. Creer que bajo el patriarcado los hombres gozaban de mejores condiciones respecto de las mujeres es un error.
El hecho de que tuviesen más poder no significó que no pagasen un terrible precio por ese privilegio. Han sufrido y siguen sufriendo en sus carnes la brutalidad de ese régimen. Los hombres viven menos años que las mujeres, y no por razones biológicas.
Para el psicoanálisis es fundamental distinguir entre patriarcado y la figura del padre. El padre es otra cosa, no es lo mismo que patriarcado, el padre es algo que el psicoanálisis descubre como una función, una función que tiene un propósito muy determinado. Si lo planteamos desde el punto de vista edípico, el padre tiene la función de producir un efecto de corte en la posición fálica que el niño o niña tiene respecto del deseo de la madre. Esa sería como la caracterización más clásica.
Para Lacan, el padre es una función que permite producir un efecto de abrochamiento entre dos planos que parecen naturalmente conectados pero que no lo están: el plano del significante y el plano del significado.
La psicosis es un ejemplo interesante, porque cuando debido a la forclusión del Nombre del Padre no se produce este efecto de abrochamiento, los significados empiezan a deslizarse por debajo de la cadena significante y eso es lo que inaugura el desencadenamiento de un delirio.
Pero el padre como función, y Lacan va deslizándose hacia eso, puede ser sostenido por figuras alternativas, o incluso ni siquiera ser un sujeto. La teoría final de Lacan respecto del síntoma, es que puede suplir la función del padre. El padre es en definitiva un rasgo del Otro, y que puede encontrarse incluso en padres deficitarios. La efectividad de la función paterna a veces se puede producir a partir de personas, de padres en el sentido más simple del término, que tienen un papel bastante nefasto en la vida de una persona, y sin embargo, a pesar de ese papel nefasto el sujeto nos trae un elemento, un recuerdo, una evocación, un significante que nos muestra que ese padre nefasto ha logrado trasmitir la significación fálica. Entonces, por eso es importante tratar de “des-psicologizar” lo que entendemos por madre, así como lo que decimos cuando hablamos de la función paterna.
Volviendo a la cuestión del sistema patriarcal, es verdad que no podemos negar la importancia que tiene que su progresivo desmantelamiento en tanto ideología. Una ideología es una estructura narrativa que tiene la posibilidad de alcanzar un grado de colectivización importante y que tiene como función principal, más allá de los contenidos manifiestos, que es la de introducir una forma de regulación del goce, como corresponde al discurso del amo clásico, un discurso que le dio un lugar más o menos preciso a cada sexo, aseguró una seria de vías institucionales y ritualizadas, además, para perpetuar uno de los fundamentos estructurales de la cultura: cómo se vinculan los hombres con las mujeres.
Hemos pasado de la estructura familiar de clanes, formada por muchos integrantes, a la moderna familia nuclear de la pareja parental y los hijos. Hoy en día existen hay modelos familiares alternativos, como las familias monoparentales o las constituidas por una pareja homosexual. Siguen siendo una minoría, pero es cada vez más poderosa, puesto que una de las características de nuestra época es que las minorías comienzan a cobrar un protagonismo y una capacidad de presión cada vez mayor, y es importante tenerlo en cuenta. Es decir, que el número ya no cuenta de la misma manera. Ahora lo que cuenta es la capacidad que tiene una minoría para imponer su mensaje y producir una demanda generalmente legítima, donde lo que se pide es que el Otro la reconozca y la sancione simbólicamente.
Gracias a eso, hay mujeres que son generales del ejército, y yo lo respeto mucho. Cuando era joven, hice todo lo posible para evitar el servicio militar y no lo conseguí. Por lo tanto me resulta muy curioso que las mujeres quieran ser generales, pero es una decisión de ellas. Hoy en día las voces minoritarias tienen una repercusión y ejercen una presión en lo político muy importante. Los políticos en la actualidad no solamente se interesan por saber qué es lo que dice el pueblo, en el sentido global del término.Quieren saber qué dicen esas pequeñas minorías, porque han comprendido que esas pequeñas minorías tienen una presencia cada vez más importante. Tanto el feminismo como los psicoanalistas, así como las mujeres en general, no deberían perder de vista que el discurso capitalista tiene la propiedad de convertir todo en una mercancía, y que la promoción de lo femenino, de los valores de la feminidad, la promoción del lugar de las mujeres en la sociedad, puede convertirse en una mercancía, es decir, que no tenemos que ser tan ingenuos de pensar que estamos avanzando y progresando. Por supuesto, hay un nivel donde eso es absolutamente indiscutible, y celebro que la Guardia Civil pueda ser dirigida por una mujer, no sé si el resultado final es mejor o peor que cuando la dirige, un hombre, no tengo ni idea, pero hablando como ciudadano y no como psicoanalista, eso me parece una verdadera conquista. No obstante, todo eso se puede servirle muy bien al sistema.
No vayamos a creer que el Orgullo Gay se ha impuesto solamente a base de un reconocimiento simbólico de la lucha histórica ¿Porque los partidos de derecha no han prohibido el desfile del Orgullo Gay en ninguna ciudad? Porque eso genera una economía brutal, vende muchísimo, y el movimiento gay ejerce una influencia importantísima en la política y en la intención de voto. Es lo que se llama el capitalismo emocional, que es un capitalismo que se apoya fundamentalmente en las emociones, y esas emociones están vinculadas a modalidades de goce.
Los suecos fueron los primeros en comprender que era fundamental el reconocimiento del movimiento gay. Un grupo de empresarios se dio cuenta del potencial económico de ese colectivo. Treinta años atrás, el movimiento gay estaba en sus inicios, es decir, no se había llegado aún a la reivindicación de la paternidad. Las parejas homosexuales de clase social más o menos media, que no tenían hijos, con buenos ingresos, gustos en general refinados y que se podían permitir gastar bastante dinero. Entonces hubo una firma que fue pionera, la primera empresa a la que se le ocurrió inventar un producto dedicado a ese target en particular. Una firma que fabricaba cocinas y que hizo un estudio de mercado para ofrecerles unos modelos especialmente adaptados a los gustos de las parejas homosexuales.
Eso tuvo un éxito impresionante, y a partir de ese momento, cuando alguien vio que había un mercado especial para vender cocinas pensó que si los homosexuales compran cocinas, tal vez existan un montón de otras cosas que se les pueda vender. Es la perversidad que tiene el discurso capitalista, el hecho de que todo se puede mercantilizar. Se pueden mercantilizar los valores femeninos, se pueden mercantilizar incluso todo lo que las redes sociales están ahora promoviendo en el plano de las luchas sociales.
En el plano de los efectos de la práctica clínica y de la experiencia social sobre el sufrimiento que padecen las mujeres en su relación con los hombres, es importante que también pongamos un foco en la problemática de la virilidad. Porque esta virilidad por fin cuestionada tiene varias respuestas. Cuando el sujeto se siente acorralado, responde de maneras distintas. He mencionado algunas, pero me estoy olvidando de una que es muy importante: la dimensión suicida. No me refiero solo al hecho de que no son infrecuentes los casos de hombres que se suicidan tras matar a su pareja. También está el suicidio inconsciente. El cuestionamiento de la virilidad en un momento tan delicado como el de la adolescencia, puede generar serias inhibiciones en el abordaje del otro sexo, favorecer a veces pasajes al acto hacia conductas homosexuales que tienen que ver con la angustia y la dificultad para resolver la aproximación a lo femenino. Ante este cuestionamiento de la masculinidad o de las insignias viriles, vemos surgir un fenómeno nuevo que es el heroísmo tanático, es decir, los jovencitos que hacen las cosas más idiotas que se les puede ocurrir, tales como colgarse de una mano de la azotea de un rascacielos y hacerse un selfie. La acción heroica que termina en un pasaje de acto suicida también forma parte de los síntomas y también podemos decir que es uno de los rostros de la masculinidad.
Demos paso a escuchar cómo piensan ustedes este tema o como lo aprecian desde el punto de vista de la perspectiva social en vuestra práctica clínica.
Pregunta: Me quedo con una reflexión que hace ruido desde hace tiempo que es, para hablar de la masculinidad en psicoanálisis partimos siempre de los referentes femeninos, y cuando dijo que la falta de un universal sobre lo femenino, tiene consecuencias sobre la masculinidad o en la posición masculina, me preguntaba, ¿Cuáles son esas consecuencias? ¿Estamos hablando de una masculinidad construida no solo en oposición a lo femenino sino con temor a ella?
Gustavo Dessal: por el hecho de que su sexualidad está enteramente tomada en la lógica del falo, el hombre solamente puede abordar del goce solo aquello que puede ser contabilizado, localizado, situado y representado. Eso es lo que al hombre le permite constituirse como un universal, lo que le da al carácter de universalidad a lo masculino. En esa posición podemos inscribir también un sujeto biológicamente mujer, como es el caso de la histeria, lo cual no le impide hacer todo lo que más o menos uno imagina que hace una mujer.
La ausencia de un universal femenino determina que las mujeres no se rijan enteramente por la medida del falo, y esa parte de su goce no tomada por la lógica fálica es lo enigmático tanto para el hombre como para la propia mujer. Lacan se interesó más por el goce femenino que por la pregunta sobre el deseo de ellas. La cuestión del famoso “punto G”, fue un efecto del fantasma masculino, que trató de darle una representación y fundamentalmente una localización a esa parte del goce de la mujer que no se localiza en ninguna zona erógena. El punto G es un fantasma masculino que muchas mujeres adoptaron, porque para la mujer su propio goce también es algo extraño, por eso cuando Lacan dice que “una mujer es otra para sí misma”, lo que quiere señalar es que hay un punto que se refiere al goce sexual con el cual la mujer no se identifica, lo experimenta a veces como una extrañeza, como algo que la desborda, que la excede, que no puede ponerle palabras, por eso Lacan dice que se trata de algo tan complejo que esta fuera del inconsciente, que en el inconsciente de la mujer no hay algo que permita representar eso otro. El punto G fue un invento fantástico, para que muchos hombres pensaran, bueno es cuestión de afanarse en ello y hurgar, porque en algún lugar seguro que está la zona que responde al goce que se nos escapa. Todo eso sigue prosperando porque las revistas femeninas, los canales de YouTube, etc., explican a las mujeres cómo encontrar distintas formas de satisfacción.
Lo interesante es que si uno se pone a indagar va a ver lo siguiente, hay canales de transexualidad donde jóvenes explican a otros jóvenes cómo asumir ese proceso y en qué consiste, las dificultades que se van a encontrar, etc.; hay canales donde se habla del mundo gay, de LGTBI y todas sus variantes posibles, pero es curioso y estuve investigando sobre el asunto, que no existan cursos para hombres heterosexuales, cursos para perfeccionar la heterosexualidad y enseñar a manejarse con la nueva realidad femenina. En ese sentido los hombres se han quedado un poco rezagados, hay una especie de perplejidad histórica frente a esa carencia del universal femenino. Hay una respuesta a nivel del uno por uno y es de lo que nos ocupamos, pero también es evidente que hay una perplejidad, que uno de los rostros de la masculinidad de hoy es la perplejidad ante el no-saber. No saber cómo actuar. Hay una periodista que escribió una frase extraordinaria El mundo contemporáneo actual no quiere comprender que si pretendemos eliminar por completo un cierto grado de tensión libidinal entre los hombres y las mujeres, entonces tendremos que prepararnos para la evolución de un mundo en donde el sexo va a dejar de existir. Es fundamental distinguir la violencia y esa “tensión” libidinal. Si eso desaparece, y nos volvemos todos sexualmente neutros, ¿qué va a ocurrir? ¿Queremos que eso suceda?
Pregunta: Respecto a lo que acabas de decir de los foros de hombres, y retomando lo que has dicho del capitalismo. Los laboratorios y la hipermedicación de la vida cotidiana, ya se han ocupado en los foros de hombres de decir qué pastillas tomar. “La pastilla azul” podría ser un rostro de la masculinidad. Me interesaba también retomar un tema que dijiste respecto a la función del padre como corte, a la que recalcaste y agregas, el padre como el dador del sentido de la vida.
Me interesa destacar una escuela donde trabajamos con niños y adolescentes, porque lo que nos estamos encontrando es que ese corte que debe darse, ese “no puedes venir a la cama de papa y mama”, “no puedes elegir los horarios”, ese “no” que ejerce la función de corte y que da igual si lo ejerce la madre o el padre, esa función de corte, en la sociedad actual no se está dando. En la sociedad actual, “su majestad el bebé de 1914” pasó a ser “su dictador el bebé”, el niño emperador que decide y manda y tiene anulada la función de corte del padre porque el padre tiene miedo que le deje de querer, entre otras muchas cosas. O nos podríamos cuestionar entre todos, ¿qué está ocurriendo con la función de corte que no se puede dar?
Tú dices que después en la clínica, realmente muchos de nosotros nos asombramos cuando incluso escuchamos las historias de esos niños y después no nos encontramos con niños psicóticos, entonces es que algo de la función paterna llegó, vete a saber por dónde, posiblemente por el abuelito o el Guardia Civil de la esquina, muy posiblemente por figuras de identificación secundarias que muchas veces se encuentran en la escuela o en la vida cotidiana pero no en el seno de la familia, que como bien dices, está desapareciendo tanto que tendríamos que incluso repensar el formulamiento lacaniano de que el padre va a ser el corte, porque el padre también está desapareciendo como figura de la masculinidad, si es al que le vamos dar la función de corte.
Lo que sí nos tendríamos que plantear desde el psicoanálisis, ¿cómo vamos a volver a ejercer esa función de corte? Porque lo que nos estamos encontrando es que ya están siendo padres aquella primera generación que no tuvo corte alguno, es decir, hijos de adolescentes.
Gustavo Dessal: Este comentario es todo un tema y merecería otra reunión. El padre como donador es una cuestión muy importante porque tiene que poder trasmitir algo que sitúe al sujeto, que le dé una cierta orientación en relación al goce.
Más que el sentido de la vida, la función paterna, cuando funciona, le otorga a un sujeto un cierto abrochamiento al sentimiento de la vida, porque el sentido de la vida pueden ser muchas cosas, pero en la base de la constitución subjetiva lo que importa es captar si se ha producido en un tiempo originario un enganche al sentimiento de la vida, es decir, si el sujeto está del lado del Eros o del lado de Tánatos.
Me parece que esa es una de las funciones del padre. Ahora bien, asistimos a una serie de cambios sociales donde cada vez se vuelve más problemático la cuestión del corte. Creo que esta cuestión está problematizada y la juntaría con toda la complejidad entorno al estatuto simbólico de la ley, que también se degrada cada vez más, es decir, de la misma manera que los hombres en su calidad de sujetos sexuados están desorientados, los padres también están tremendamente desorientados, efectivamente “su majestad él bebe” es ahora el dictador y el niño se convierte en el superyó de los padres. Freud dice que las mujeres tienen miedo a perder el amor del superyó, y los padres tienen miedo de perder el amor de sus hijos.
Antes los hijos tenían miedo de perder el amor de los padres. Es evidente que ahora los hijos encarnan el súper yo.
El saber tradicional sobre la parentalidad ha quedado completamente destituido. Ahora los padres no suelen recurrir al saber de sus propios padres. Eso cada vez se pierde más. Antes las madres eran el sujeto supuesto de saber de las mujeres en materia de niños, ahora las mujeres jóvenes prefieren consultar con Google y no con sus madres, es decir, que aquí la incidencia en todos los registros de la vida del discurso tecnocientífico tiene una importancia crucial, porque si hay un espacio en donde podemos aprecia la progresiva disolución de la función del corte es en el discurso científico-técnico, y cuando digo esto me refiero al hecho de que la técnica va progresivamente colonizando el espacio científico, la ciencia cada vez va quedando más relegada al movimiento de la técnica, que es extraordinariamente veloz, mientras que la ciencia es una cosa muy lenta.
El dominio técnico va evolucionando en la dirección de una progresiva denegación de la función del corte, si entendemos por corte el hecho de que hay cosas que son imposibles, que axiomáticamente no se pueden. La técnica parte en cambio de una postura completamente distinta, es decir, lo que hoy es imposible lo es simplemente por circunstancias temporales, por lo tanto, hay algo que promueve la dificultad del corte es vivir en un mundo donde todo el tiempo se nos envían mensaje que desmienten la existencia del corte. Port ejemplo la promesa de eternidad. La muerte va desapareciendo como aquello que todo el mundo al menos podía reconocer en tanto función de corte, porque ya se nos está anunciando que la vida va a prolongarse indefinidamente.
P: Quería preguntar de que, si estás informado con lo que está ocurriendo con esta desmentida del corte, la desmentida del goce sexual, en el sentido de que, si bien la feminidad y la masculinidad son construcciones muy complejas como bien has dicho, pero ¿por qué motivo, y yo no tengo la hipótesis, hay este furor de desmentir la diferencia? No sé si la técnica o la ciencia contribuyen a ello, y esto tiene ver con una anécdota de hace muchos años atrás, cuando yo estaba colaborando en una revista que se llama “Ser padres” y una empresa de leche maternizada contactó (porque se paga mucho por la publicidad en estas revistas) con una fotografía donde aparecía un muchacho con el torso desnudo y un bebé en brazos al que le estaba dando un biberón de leche maternizada y decía “nosotros también podemos amamantar”. Se armó un lío en el consejo editorial porque decíamos, bueno era caro lo que pagaban y convenía a la revista, pero por otro lado estábamos apoyando una desmentida y una renegación muy grande, y esto se ve en el ambiente, se ve y se palpa como algo que no se quiere elaborar.
Gustavo Dessal: Por una parte, se ha producido una distorsión al confundir la igualdad social, jurídica, salarial, etc., de los hombres y las mujeres, totalmente indiscutible, con la uniformización en el plano de las diferencias en cuanto a la sexuación. No es lo mismo lo que sucede en plano del sujeto como ser social, que como sujeto del inconsciente. Hay un interés del mercado en anular la diferencia, porque se trata de vender un mismo producto a la mayor cantidad de personas.
En esta anulación de la diferencia, hay un cuento de Borges que se llama “Utopía de un hombre cansado” y la primera frase del cuento dice así, “No hay dos cerros iguales, sin embargo, la llanura es una y la misma en todas partes”. En esa frase está el desarrollo de toda la reflexión que Borges hace sobre el cuento, y que es una reflexión que va en torno a toda esta cuestión, es decir, no hay dos cerros iguales, lo que se refiere al tema de la diferencia, mientras que la llanura es lo que equipara todo, y al anular la diferencia la existencia se vuelve en un ideal asexuado.
He escrito un ensayo sobre la importancia histórica de los movimientos LGTBI y lo que han aportado a la visión que hoy tenemos del mundo. Pero es verdad que todos ellos caen en una cuestión muy paradójica. Creen que el sexo es algo que uno puede elegir a la carta, y por lo tanto niegan el inconsciente, para ellos no existe una determinación, el inconsciente como determinación no existe, uno elige lo que quiere ser, es decir, uno es amo de su propio deseo, es amo del goce que ha decidido practicar. Es interesante dialogar con ellos, pero hay un punto muy difícil y muy irreconciliable.
Pero lo interesante es que ellos mismos caen en la paradoja de querer abolir la diferencia, y al mismo tiempo querer ser reconocidos en su excepcionalidad. Son rehenes de su propio discurso, porque uno no puede reclamar un lugar de excepción si al mismo tiempo no reconoce que ese lugar de excepción solo puede sostenerse en un discurso que admita la función de la diferencia.
Hace pocos días Argentina se convirtió en el primer país que otorgaba un Documento de Identidad “no binario”. En Inglaterra, hace unos años, un ciudadano británico consiguió un pasaporte donde se le reconocía como “Cyborg”, (mezcla de persona con maquina), porque tenía unas antenas que se había implantado en el cráneo. Litigó hasta que logró que esa identidad fuese admitida. Argentina dio por primera vez un documento donde se reconoce el carácter no binario de un ciudadano.
¿Por qué es tan importante que el Estado sancione simbólicamente estas cuestiones? Es decir, después de una época donde una generación puso el alma y el cuerpo al servicio de luchar contra los valores del Estado, ahora vemos lo contrario, que movimientos que supuestamente encarnan una vanguardia muy particular, al mismo tiempo se acomodan a los valores más clásicos del Estado, es decir, quieren un reconocimiento.
Antes lo revolucionario era sentirse orgulloso del carácter extraterritorial de la condición, política, sexual, etc. El colectivo homosexual celebró con bombos y platillos cuando el ejército americano admitió que podían alistarse al ejército, lo cual me parece una reivindicación fantástica, pero en el fondo no dejaba de asombrarme. Gente que se supone debería tener una posición contraria a una institución como el ejército, y que y sin embargo celebran esto como un gran triunfo. Tal vez lo sea, y posiblemente haya que admitir como una victoria que en el ejército más poderoso del mundo haya altos mandos que sean homosexuales, y que posiblemente sea un avance histórico muy importante que ese joven haya obtenido en Argentina ese documento. Aun así, me asombra la importancia que se le confiere al reconocimiento del Estado.
P: A propósito de lo que comentas, recuerdo que en Estados Unidos primero fue no aceptar personas que pudieran asumirse como homosexuales, el segundo en la época de Clinton que no se podía preguntar y la persona ya es como que no tenía sexualidad, no tenía deseo, no se lo podía preguntar y uno tampoco podía asumir ante el entrevistado su sexualidad. Ahora creo que ya en realidad el tercer momento es que puedan decirlo. Es un tema importante cuando decías que aquí en España hay una Guardia Civil que es general, entre lo que es el semblante y esta promoción tan grande que hay en los medios culturales y universitarios de dejar el psicoanálisis de lado y poner como primera línea el semblante, el género.
P: Me gustaría que pudieras hablar de, ¿Qué es para ti lo masculino?
Gustavo Dessal: Para Lacan, “hombre y mujer no son más que significantes”, por lo tanto, bajo esos significantes podemos desplegar todo lo que acude a nuestra imaginación, por eso se trata de semblantes, es decir, que juegan el papel de sustituir esencias que no existen, porque efectivamente, ¿Qué es una mujer? No hay respuesta, ¿Qué es lo femenino? Tampoco hay respuestas, ahora, sí hay una respuesta un poco más precisa en lo que se refiere a dos modos distintos de vinculación con el goce sexual.
Lo masculino no se puede definir en términos ni de conducta, lo femenino tampoco. Ni el comportamiento ni los roles sociales nos dan una respuesta.
La prueba es que a lo largo de la historia todo eso ha ido cambiando, y como el anuncio que habéis mencionado del hombre y el bebé, no significa que ese hombre sea ni más ni menos viril de lo que vulgarmente entendemos por masculinidad.
La vestimenta, los roles, el comportamiento, los usos y costumbres, si se es más activo o más pasivo, etc., todo eso son meras descripciones, semblantes que tratan de rellenar un vacío originario, puesto que no hay en el inconsciente algo que permita una inscripción de la relación hombre-mujer. Cuando Lacan dice, “la mujer no existe”, quiere decir que no hay una esencia, pero tampoco hay una esencia masculina.
Sí que hay una diferencia importante, que separa no a los hombres de las mujeres sino distingue una posición masculina de una femenina. En cada una de dichas posiciones caben ambos géneros. El sujeto puede declarar cualquier identidad sexual que le dé la gana, pero hay solo dos modalidades de relación con el goce, hay una modalidad donde el goce se caracteriza por la posibilidad de ser dicho, es decir, es un goce que está adscrito a la función fálica y enteramente contenido en la estructura del inconsciente, y hay un goce que participando de eso, escapa de la medida fálica y por lo tanto escapa también a las formaciones del inconsciente, que es ese otro goce tan misterioso y tan enigmático, el goce otro, en el cual pueden situarse individuos biológicamente hembras pero también machos.
La sexualidad masculina está regida por una lógica que Lacan llama “para todo”, con una excepción que permite a lo masculino constituirse como un conjunto universal, a diferencia de lo femenino.