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Número 21

Aprendiendo desde la clínica: Ateneos y Centro Hans

La latencia: Pedro y su asignatura pendiente*

Por Adriana Szlifman**

Presentación por Lilian Ospina***

Agradecemos profundamente a Adriana y a todos los analistas que nos abren las puertas de sus consultas la generosa entrega de su intimidad al mostrarnos sus palabras, señalamientos, interpretaciones, construcciones e intervenciones estructurantes.

El material que nos ha mostrado Adriana nos brinda una oportunidad de oro para poder pensar a Pedro. Un abordaje teórico-clínico en dos tiempos de análisis.

Un primer momento que fue interrumpido cuando comenzó a sacar sus miedos, su enfado; pudo entonces entrar en su cuarto oscuro y en este momento le formula a Adriana una pregunta de filiación en la transferencia: “¿Eres una mamá?”.

Se da un segundo momento porque no se ha resuelto la asignatura pendiente de Pedro, se repite el motivo de consulta, las dificultades escolares de Pedro.

Pensamos el psicoanálisis con niños como un terreno de apertura que nos permite ir precisando los tiempos de la estructuración psíquica, los modos de inscripción, las defensas tempranas, los vínculos arcaicos y los modos de pensamiento infantil. Es una práctica teórico-clínica íntimamente ligada al abordaje clínico y por ello es imprescindible en este espacio de formación. El trabajo con niños supone también una escucha a los padres en la que pretendemos no identificamos con ellos o sus preocupaciones. Procuramos situarnos frente al material como un investigador que debe observar sin prejuicios lo que ocurre.

Freud plantea en Análisis de una fobia de un niño de cinco años (1909) que: “No haremos nuestros ni la comprensible preocupación del padre ni sus primeros intentos de explicación, sino que examinaremos, para empezar, el material comunicado. Es que nuestra tarea no consiste en “comprender” enseguida un caso clínico; sólo habremos de conseguirlo tras haber recibido bastantes impresiones de él. Provisionalmente dejaremos nuestro juicio en suspenso y prestaremos atención pareja a todo lo que hay para observar”.

Uno lee estas palabras y parece sencillo, hasta tranquilizador…pero en un niño es tanto lo que hay que observar y sucede todo tan rápido que en un solo un instante, se puede poner en duda todo lo que ya sabemos o hemos aprendido.

Cuando analizamos a un niño, pensamos el vínculo de esos padres con ese hijo, quién es ese niño para ellos, las repeticiones que se juegan y qué de lo infantil retorna desde ellos mismos. Según Lutereau se tiene que dar una filiación, una trasmisión generacional que en los tiempos actuales no siempre se da. A este respecto, Freud en Introducción al narcisismo, cita a Goethe “ Lo que has heredado de tus padres, adquiérelo para poseerlo”. La noción de filiación supone que alguien está en posición de hijo. ¿Qué es lo que hace de un niño un hijo? Lutereau nos da una primera respuesta, un hijo está en relación con el deseo de sus padres. En el caso de Pedro, parece que la mamá adoptiva, no tenía deseo de hijo y el papá quería formar una familia con su segunda esposa, y deseaba que fuera un niño fácil, como lo fue su hermana.

Probablemente os preguntaréis porqué estoy hablando del análisis con niños cuando Pedro, en un segundo tiempo, acude a consulta con 17 años. Adriana tuvo que realizar, a pesar de la edad cronológica de Pedro, un trabajo más parecido al de la clínica con niños que a un trabajo con un latente o un adolescente.

¿Cuál es la asignatura pendiente de Pedro? ¿Cuáles son las marcas que le fueron dejando su historia? Probablemente Pedro tenía más de una asignatura pendiente y el trabajo psíquico inicial necesario estaba en relación al establecimiento de un vínculo primario. Una mamá sin deseo de hijo y un hijo que fue separado de su mamá biológica al año de nacer y de nuevo un corte cuando es adoptado a los cinco años. Una historia que pone de manifiesto una dificultad en la presencia/ausencia del objeto materno y que

activa una defensa regresiva ante una separación posiblemente re-traumatizante. Una mamá que a su vez fue abandonada a los tres años. Fue entonces “adosada” a una familia que le crio pero a la que nunca sintió que perteneciera.

El papá de Pedro por su parte no transitó su adolescencia, osciló entre la sobreprotección y la exigencia. Tuvo también dificultades escolares ¿Cómo se fueron inscribiendo las marcas de su propia historia y la de sus padres? ¿Qué dificultades tuvieron sus papás adoptivos para enseñar/transmitir su idioma al hijo recién llegado? Su lengua, lo simbólico, la trasmisión de padres a hijos, su herencia…manifestaron desde el principio prisa para que aprendiera e hiciera suyo el idioma, aquello de la trasmisión de padres a hijos se hizo con ayuda de una intermediaria ¿Estos papás podían sostener su angustia ante sus dificultades de comunicación? ¿Ante las diferencias con el hijo y las del hijo con ellos? ¿No se dio por su parte una negación del orden de lo afectivo? ¿Qué lugar ocuparon ellos en esa transmisión? Los papás de Pedro le pusieron una profesora para que le enseñara su lengua ¿en qué lugar quedaron las referencias parentales?

Según Levín, la Ley de la palabra transmite la pasión por el otro más allá de lo corporal. ¿Pudo Pedro aprehender el lenguaje como sujeto o lo hizo como copia- objeto? Se puede aprender de memoria, automática o conductualmente a partir de un comportamiento adecuado a un estímulo requerido, pero en este caso, no hay un sujeto ni un deseo encarnado en él.

Es necesario relacionarse con el niño para que esto suceda y se pueda recrear el deseo de saber. Los padres colocaron a un otro extraño que le enseñara su idioma y “aprendía rápido” comentaban ¿Dónde estaba colocado el deseo de los padres? La búsqueda de otro adulto que los ayudara estuvo presente siempre: analista, pedagoga, profesora, brujita…

Cito a Levín:” El pensamiento es una experiencia rebelde y topológica en la que prima el afecto entretejido en la trama, que historiza el sentido de lo pensado”

Señala Adriana que habitualmente los padres de Pedro realizaban intervenciones normalizadoras que muy probablemente le paralizaban en un comportamiento regresivo que le permitiera encerrarse en lo que “su mamá” deseara. Pero ¿qué mamá? ¿la biológica, la o las del orfanato, la mamá adoptiva…?

La posición de hijo no es una posición que en definitiva valga por sí misma, sino que también es en los niños aquello que permite el desarrollo. Después de algunas sesiones, Pedro pudo empezar a hacerse preguntas: “¿Yo nací en Rumania? Pero ¿en dónde? ¿En tu barriguita? ¿Papá y tú estaban casados? ¿Pero yo estaba?”. La condición filiatoria del hijo surge de esa escena de deseo en la que el niño, si es un hijo, se va a dedicar a investigar. Freud decía que el niño es un investigador, en su concepción de la infancia dice que el niño se piensa por su capacidad de investigación, y como buen investigador el niño es alguien capaz de producir teorías, las que Freud llamaba “teorías sexuales infantiles”. ¿Las preguntas de Pedro eran de ese orden?

Pedro pegaba y escupía a otros niños, golpeaba coches en la consulta, estaba colocado en una posición persecutoria volviéndose peligroso para los demás.

“El síntoma está en el lugar de una palabra que falta”  Maud Mannoni

Las intervenciones de los padres de Pedro iban en la dirección de su deseo, del deseo de ellos, de que Pedro se portara bien, que fuera un niño fácil, como su hermana y un buen estudiante que, al fin y al cabo, es lo que un buen hijo hace.

Lo característico del trabajo de la latencia es la concurrencia de diversos mecanismos que permitan el fin sublimatorio. La organización psíquica de la latencia se caracteriza por su configuración dinámica, su reorganización operativa. Se da paso al “quedarse quieto “necesario para la sublimación requerida por la sociedad. Winnicott señala que este logro psíquico está basado en la interiorización de una figura reaseguradora que posibilite el acompañamiento de la reflexibilidad ligado a la capacidad de estar a solas Pedro no se podía quedar quieto ¿Por qué?

El desenlace edípico inaugura un nuevo orden intrapsíquico que sume al latente en el trabajo de lograr un difícil y delicado equilibrio entre lo prohibido y lo permitido, lo ansiado y lo posible, lo placentero y lo displacentero. Una progresiva sustitución del principio del placer por el principio de realidad que se produce si se ha podido desinvestir los objetos primarios, pero Pedro, no podía desinvestir aquello que no había sido suficientemente investido, incorporado, internalizado. A la consulta llega un niño, desorganizado, impulsivo, con miedo, alerta, asustado, intranquilo, ROTO. Choque de coches que sugieren el choque de lo pulsional no sostenido, no contenido, no elaborado. Objetos que esparce, tira. Pone un tiburón encima de un coche, él es el coche, ¿qué representa ese tiburón que le oprime? Emergencia de lo inconsciente en sus expresiones y conductas. Las nuevas investiduras que Pedro debía hacer le suponían la desorganización de un YO débil, frágil o inexistente ¿Pedro estaba roto o era un puzle de piezas inconexas, trozos de padres y lugares que no había logrado unificar, incorporar, introyectar…? Coches y tiburones de colores que se sumergían y se mezclaban en el fondo del agua, ahogados.

“Donde el lenguaje se detiene, lo que sigue hablando es la conducta” F. Doltó

Parece que Pedro no pudo organizar sus vivencias en fantasías y que tuvo ciertas dificultades para armar un mundo simbólico. Pedro decía con su cuerpo dificultad. No hay devenir sin pérdida y Pedro a su corta edad, había sufrido demasiadas, al año pierde a su familia, y a los cinco, se reedita la pérdida cuando sale del orfanato, la ausencia de su mamá aquella mañana, retorna la pérdida y el trauma ¿Pedro había pasado por esa posición primaria en la que se trata de simbolizar la ausencia del otro? Su dificultad para dormir indica que no. La función del sueño no es simplemente dormirse, la función del sueño de poder dormir y soñar, es adquirir la capacidad de quedar en relación, volverse espectador de una u otra escena.

Él es un coche roto que choca con los demás coches, como en el colegio. Cuando un niño sufre, no puede jugar. Pedro tira los coches, golpea, mezcla su idioma natal con el español, corre angustiado, de nuevo se encuentra con y ante una extraña, Adriana. Un Otro mayor, adulto, otro más. Cualquier ruido le asusta y el habla del miedo, siente miedo ante la oscuridad, pero su mamá le apaga la luz. Pedro se escondió detrás de la cortina en la primera sesión. ¿Necesitaba ser buscado y encontrado? ¿Se ocultaba ante el terror a la separación? ¿Ponía a prueba el deseo de Adriana por encontrarle? ¿Desaparecía como lo hacían sus mamás?

“Aquello de lo que no puede hablar el sujeto, grita por los poros de su ser” Jacques Alain-Miller

Es por vía de la ausencia del objeto que se inicia la simbolización y es ahora nuevamente la relativa ausencia del objeto y de la descarga directa la que desarrolla un enorme despliegue del mundo representacional dinamizando la imaginación y el pensamiento. Este despliegue del pensamiento implica una reestructuración de lo previo. El lenguaje se convierte en un instrumento privilegiado del yo en su búsqueda de sentidos. La actividad de pensar descubre relaciones hasta entonces ocultas para el yo que, si no pueden ser procesados con nuevos pensamientos, promueven el establecimiento de rígidas defensas que sofocan la capacidad intelectual y de pensamiento como podemos observar en la clínica. Pedro se encontraba muy lejos de poder entrar en la latencia.

Freud mostró la importancia de los primeros años de la vida en el ser humano. El niño tiene que pasar por conflictos que son necesarios para él. Son conflictos identificatorios y no conflictos con lo real aunque en el caso de Pedro, no podríamos afirmar que así fuera. Si el mundo exterior es sentido por el niño alternativamente como benévolo u hostil, poco a poco tiene que llegar a simbolizarse. Probablemente en la vida de Pedro, el mundo fue más hostil que lo contrario y más de lo que pudo llegar a simbolizar.

Cuando Pedro comenzó a preguntar, obtuvo verdades a medias que podemos llamar mentiras ¿Las preguntas que Pedro comenzó a formular eran el inicio de la pulsión epistemofílica o eran las preguntas que le permitían una cierta filiación? Fuere como fuere, las preguntas fueron acalladas con estas verdades a medias que eran el manifiesto de las angustias y deseos parentales que no satisfacían la necesidad de Pedro, no podía subjetivarse con el acallamiento de la verdad, una verdad que no podía ser sostenida por sus padres y que era a la vez alentada y frenada. Por ello sus animales, sus coches, sus juguetes quedaban siempre en el fondo de aquel cubo, él buscaba sus referentes identificatorios y eran ahogados.

El engaño del adulto que adopta la pose de decir la verdad puede bloquear al niño en su incursión intelectual y el deseo parental inconsciente que puede leerse en los actos más allá de sus palabras. Lo que adquiere entonces un sentido es el valor simbólico que otorga el sujeto a esa situación en resonancia con cierta historia familiar. Como dice Mannoni para el niño asumirán importancia las palabras pronunciadas por quienes lo rodean acerca de su enfermedad. Esas palabras o su ausencia crearán en él la dimensión de la experiencia vivida. También la verbalización de una situación dolorosa le permitirá dar un sentido a lo que vive. Cualquiera que sea el estado real de deficiencia o de perturbación del niño, el psicoanalista trata de escuchar la palabra que permanece solidificada en una angustia o recluida en un malestar corporal. En la cura, lo que va a reemplazar a la demanda o a la angustia de los padres y del niño, es la pregunta del sujeto, su deseo más profundo que hasta entonces estaba oculto en un síntoma o en un tipo particular de relación con el medio. Lo que se pone de manifiesto es cómo queda marcado, no solo por la manera en que se lo espera antes de su nacimiento, sino por lo que luego habrá de representar para cada uno de los padres en función de la historia de cada uno de ellos. Su existencia real va a chocar así con las proyecciones inconscientes de los padres, de donde provienen los malentendidos. Si el niño tiene la impresión de que le está cerrado todo acceso a una palabra verdadera, en ciertos casos puede entonces buscar una posibilidad de expresión en la enfermedad.

“El psicoanálisis no da la razón ni la niega; sin juzgar, escucha” Mannoni.

Cuando, en la cura psicoanalítica se sitúa desde el principio a los padres y al niño ante el problema del deseo en la relación de cada uno de ellos con el otro, se obtiene de los padres un cuestionamiento de sí mismos en su historia y del niño solicitado en cuanto sujeto, se obtiene un discurso a veces asombrosamente articulado. Y ahí es donde se pone en juego nuestra tarea de investigadores, cada vez que nos encontramos ante un paciente, más que encontrar respuestas, nos golpean las preguntas: ¿Quién es o por qué el amigo del cuento de Pedro que le ayuda a vencer los miedos? ¿Por qué los padres interrumpen el análisis en ese momento? ¿Los problemas escolares de Pedro, eran suyos o fueron la voz que habló de sus padres, aún escolares?

Pedro le hace saber a Adriana que recuerda su primer tiempo de análisis y retoma con un juego de entonces. De alguna manera mantuvo un vínculo con ella, en ese momento y después de cinco años de trabajo analítico, podemos afirmar que la tuvo presente a pesar de su ausencia. Un bello trabajo con un niño que aprobó su primera asignatura pendiente, la de la presencia- ausencia. Como dice Doltó “El psicoanálisis como la ciencia, no hace más que descubrir lo que existía antes y que aún no se sabía”.

Bibliografía

  • S, (1914), “Introducción al narcisismo”, Amorrortu, tomo XIV
  • Janin, B:” Intervenciones en la clínica psicoanalítica con niños”– 1 Ed- Buenos Aires: Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2014
  • Mannoni, (1987) “La primera entrevista con el psicoanalista”, Editorial Gedisa.
  • Winnicott, (1971). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.
  • Levín, La dimensión desconocida de la infancia: el juego en el diagnóstico. Buenos Aires. Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2019
  • Doltó, “La causa del los adolescentes”. Barcelona. Ediciones Paidós Ibérica, S.A. 2004

 

ADRIANA SZLIFMAN

Introducción

La presentación de este caso me permite reflexionar acerca de las condiciones necesarias para la entrada en la latencia, ya que muchas consultas de niños y jóvenes esconden un fracaso en el ingreso a esta etapa. A la resolución edípica prosigue, según Uribarri, un nuevo orden intrapsíquico, a partir de la emergencia del Superyó, que posibilitará un trabajo psíquico, permitiendo un equilibrio “entre lo prohibido y lo permitido, lo promovido y lo logrado, lo ansiado y lo posible, lo placentero y lo displacentero.” Sin embargo, en muchas situaciones nos encontramos que este trabajo no se cumplió, dando por resultado una pseudolatencia. Algunas de las manifestaciones de ella, las observamos en el joven Pedro: intensificación de la represión, de los mecanismos obsesivos y de la inhibición. Esto lo lleva a no poder desplegar su deseo, reproduciendo aquello que esperan de él.

Pedro es un joven de 18 años, que estuvo en tratamiento conmigo desde los 6 a los 11 años, y que sus padres decidieron interrumpir, para dar lugar a un trabajo pedagógico, tema que siempre fue la preocupación manifiesta de ellos, y que a día de hoy sigue siéndolo. A los 17 años realizan nuevamente una consulta, ya que su situación educativa continuaba sin resolverse: es decir, no rendir en el colegio, muchísimo estudio fuera de clase, con muy poco resultado y con mucho temor además a dar exámenes. En este segundo momento me plantean que querrían que yo lo viera ya que estaba muy bloqueado y no avanzaba.

 

Primera etapa

Los padres de Pedro solicitan una consulta, ya que es un niño muy inquieto, que pega y escupe en el colegio, y que los tiene muy preocupados. Cuentan que lo adoptaron en adopción internacional, de un país del este, con cinco años después de un largo tiempo de espera. Cuando fueron a recogerlo al orfanato, saludó a las educadoras (con una de ellas estaba muy apegada) y salió corriendo para la calle “no mirando para atrás”. Es poco lo que conocen de la historia de Pedro, solo que fue dado en adopción al año de nacimiento, que la madre tenía otro hijo mayor y que vivía con los abuelos maternos.

Cuentan que ni bien llegar a España, a los 5 años, le pusieron una profesora que le fue hablando en rumano y enseñándole el español y que aprendía con mucha facilidad.

Pedro controlaba esfínteres cuando salió del orfanato, pero hacía unos meses que había dejado de controlar. Fue a partir de un día que la mamá se ausentó por la mañana y empezó a hacerse pis por la noche. Carmen, la madre dice que no le dan importancia, y se plantean si deben ponerle pañales. Esta ausencia materna y la necesidad de su presencia, reactivó las primeras separaciones y pérdidas.

En esta primera entrevista se observa que tanto la mamá y el papá son dos personas muy preocupadas por Pedro, y que las buenas formas están muy presentes en la mirada de ambos padres. Expresan la inquietud que les produce las llamadas del colegio, se sienten interpelados, que no lo están haciendo bien, o relatan escenas en el parque donde Pedro pega a algún niño. Roberto, el papá, describe la incomodidad que sintió cuando tuvo que correrlo por todo el bar ya que se había enfadado y no quería sentarse. ¿Será que es adoptado? ¡Con mi otra hija nunca había vivido esto!!

Roberto está casado en segundas nupcias con Carmen, teniendo él una hija de 30 años que vive en el extranjero, con la que Pedro tiene escaso contacto. El padre dice que ellos dos se conocieron “con una edad” y que la decisión de adoptar, y que el deseo de tener un hijo partió de él, que su experiencia con Ana había sido tan buena que deseaba poder formar una familia con su esposa. Si bien Carmen nunca se había planteado tener hijos, se sumó al proyecto, en la entrevista manifiesta “No pensé que iba a ser tan difícil”.

Carmen es la hija mayor de una familia de un pueblo de Sevilla. Cuando tenía tres años y su hermana uno, su madre enferma y muere. Su padre se casa nuevamente, separa a las hermanas, y Carmen queda al cuidado de una tía materna con dos niños más, que la cría. Dice que los primeros años fueron muy duros para ella, que su padre prácticamente no aparecía, y que sentía que esa casa no le pertenecía. Sin embargo, las visitas que de vez en cuando le hacía su abuela materna la reconfortaban. Carmen es una mujer muy estricta y racional, pero el sufrimiento que padeció de niña es el sostén del tratamiento, en el sentido que desea que Pedro no sufra como ella, ofreciéndole un espacio en donde “se viene a jugar”.

Roberto, su esposo, es el mayor de tres hermanos, con un padre que fue muy exigente y una madre que también lo era, pero que lo cubría en muchas ocasiones frente al padre. Se casa a la edad de 23 años, y luego de cinco años se separa de su primera mujer. Dice: ¡Me casé muy joven, y fue un fracaso!

De su padre dice: Yo lo acompañaba a todos lados, con 18 años y aunque era severo, estaba muy orgulloso de estar a su lado. En la adolescencia, me iba mal en los estudios, pero mis padres me obligaron a hacer una carrera, ¡y pienso que lo hicieron muy bien!

Primera sesión con Pedro

Pedro viene con la mamá, y al entrar ella le dice, que debe saludar. Le digo que me llamo Adriana, y que lo quiero conocer, es poco lo que me deja hablar. Sale corriendo a la consulta, para ver lo que hay en los estantes. Va pasando de juguete en juguete, los abre, los tira y no se queda con ninguno.

A: Pedro está mirando y conociendo la consulta de Adriana. ¡Cuántas cosas que hay!

Saca unos coches que hay en una caja, los va tirando, los mira, me mira y dice: este coche está roto (un coche despintado).

A: El coche se siente roto. ¡Necesitará ayuda!

Se sonríe, lo choca con otros, hace algún otro comentario que no le entiendo. Habla español, mezclado con palabras de su idioma natal.

Abre otra caja, y dice que estos juguetes son de la seño, pone el tiburón arriba del coche. Hay un ruido y me mira.

A: Hay un ruido en la calle, ¿pero aquí estás seguro? P: ¡Tú vigila!

A: ¡Así lo haré!

Mamá me deja la luz apagada, pero Pedro tiene miedo. Comienza a decir, que asco el polo, polo molo.

A: ¡Y cómo es el polo molo?

P: Polo molo está en luisa (Parque María Luisa) A: Ah en el parque María Luisa.

Comienza a excitarse golpeando los juguetes y dice que quiere ir al baño.

A: El polo molo daba miedo.

Vuelve y coge el reloj de la consulta. Y dice: Pedro tiene un reloj para lavarse los dientes.

Corre por la consulta, le voy diciendo que vamos a ir guardando, y se esconde detrás de la cortina.

A: Mientras Pedro está escondido, las manos de Adriana guardan los juguetes.

La próxima semana nos volvemos a ver.

Durante los primeros tiempos, el grado de ansiedad no permitía armar un juego consistente, algo lo interrumpía constantemente.

Unas sesiones más tarde trae un maletín que le regala su madre dice que es porque se portó muy bien, y tiene buenas notas. Está por abrirlo, y lo deja para coger la plastilina, le digo: “has traído el maletín que te dio mamá, pero también quieres ver lo nuevo que hay acá”. Luego lo abre y hay moldes y plastilina para jugar. Comienza a jugar con ella, y hace un montón de tiburones de varios colores. Cada vez que termina de hacerlos, dice el color.

Yo repito los colores. Coge los coches, y hace un recorrido.

A: Quedan atascados todos juntos, no pueden seguir. Abandona los coches, vuelve a los tiburones, dice que son helados.

A: ¡Un tiburón helado!

Comienza a cortarles la cola a los tiburones. A: No tienen más colas

P: Están muertos.

(Dudé qué decir, la abuela había muerto hacía unos días. No tenía claro que los padres se lo hubieran contado. Y luego comprobé que le habían dicho que estaba malucha.)

A: Los animales mueren y las personas mueren. Pedro dice que no quiere seguir.

A: Da tristeza cuando eso pasa.

Se desorienta, y me da la espalda, va al armario y coge el lego. Comienza a armar diferentes cosas, un avión, dos sillas, una cruz.

P: ¡Como en Semana Santa! Me pide que juguemos a Semana Santa.

El clima de esta sesión estuvo atravesado por aquello que de la muerte no se puede hablar, y en el que se me hacía difícil poder intervenir. Pedro sale de ese estado, con una cruz, ¿será una referencia?, pero también propone un elemento festivo de su nuevo país y en el que intenta contactar nuevamente conmigo.

Posteriormente a esta sesión comienza una etapa donde suele desplazarse al baño y jugar con agua.

 

Sesión

Pedro entra con dos animales, rápidamente me da uno, me dice, esta es la madre y este es el niño. Dice que el niño debe buscar a la madre, se torna una búsqueda muy difícil porque sale corriendo por todos lados.

A: ¡Uy que difícil se hace encontrar a esta madre, va muy rápido y no me deja que la encuentre!

P: Vamos al baño. Coge la caja de plástico y la lleva al baño, con varios animales, intenta hundirlos.

A: Ahora están, ahora no. Donde se habrá ido esta mamá. ¿Dónde están? ¿Se los ve? ¿No se los ve?

La sesión siguiente viene enfadado, se esconde debajo de la mesa.

A: Pedro está enfadado, (ya había pasado la sesión anterior) y te recibo así.

Se acerca a las cajas, son cajas de plástico, que tienen juguetes, él los tira, pone dos coches y se va al baño. Primero pone el tapón en el lavabo dice que es una piscina, y luego comienza a llenar la caja de plástico donde estaban los dos coches, en el baño hay vasitos de plástico. Son tres. Me pide que le vaya diciendo en qué orden los tira, papá vaso, mamá y bebé. Me corrige y me dice que no, que es un niño de siete años. Me pide que lo repita, pero se enfada si repito la misma persona dos veces.

Comienza a poner en la caja animalitos, la llena hasta el tope.

A: Le describo lo que veo. En el fondo están todos juntos, animales, coches, y desde arriba solo se ve el agua. ¡Qué mundo que hay allí abajo!

Por estas fechas, los padres vienen a una entrevista. La madre dice que tiene “novedades”, que Pedro comenzó a preguntar. ¿Yo nací en Rumania? ¿Pero en dónde? ¿En tu barriguita? ¿Papá y tú estaban casados?

¿Pero yo estaba?

Le hablaron de la mamá de barriga y de la mamá de corazón, de que vivió con la mamá y la abuela, pero obvian la existencia de la hermana.

¿Y la hermana?

Pensamos que ahora no es momento de decirlo, él ya preguntará. Cuando Pedro no dice algo es que todavía no puede hablar de eso. (Situación que se fue repitiendo a lo largo de todo el tratamiento).

¿Saber de la hermana es vivido como peligroso? (Carmen no tiene prácticamente contacto con su hermana que se quedó viviendo con su papá).

El entusiasmo que traen de los interrogantes de Pedro es traído más como una meta a cumplir, ya que el papá estaba muy preocupado que no preguntara. A lo largo del tratamiento la preocupación que apareció en ellos era que el hijo tuviera un sentimiento de pertenencia a la familia, y el no mencionar a la familia de origen era vivido como una afirmación de este sentimiento.

Ante la emergencia de la pulsión epistemofílica, y su no respuesta, ésta encuentra dificultades para la historización que Pedro debe hacer. En muchos momentos del tratamiento los padres obvian información, o lo contrario también sucede, ciertas situaciones conflictivas familiares se hablan delante de Pedro sin dosificar.

 

Etapa del escondite

“Ser real es poder desaparecer!” R. Rodulfo. Alrededor del quinto año del tratamiento, Pedro comienza a jugar al escondite. Este juego se presentaba como una prolongación del juego de la sabanitas. ¡Pedro tenía once años y era muy alto! Por lo cual siempre era encontrado, el juego consistía en esconderse y encontrarse alternativamente. No había júbilo en el encuentro.

La primera vez que esto sucede, es después de un diálogo que mantuvimos en el inicio de la sesión. Viene y cuenta que tuvo una esguince, y que no podía subir en el ascensor ya que no lo coge nunca. Era la primera vez que hacía mención a eso. Le pregunto desde cuando le ocurre, y dice: ¡Desde que he venido a España!

A: Ah desde los cinco años.

P: ¡No, yo he venido aquí al año!

A: Al año, has dejado la casa de la mamá biológica. P: ¡Tonta!!!

A: ¡Debe haber sido difícil ese momento, mala mamá, tonta!

Coge un libro y se pone a leer dejándome fuera. A: Mamá, vete no te quiero a mi lado.

P: Comienza a leer en voz alta

Lo escucho con atención.

De repente corta y me propone jugar a las escondidas. Comenzamos a hacerlo por todos los espacios, consulta de niños, de mayores, el hall y el baño. (Anteriormente ya había diferenciado los espacios). Propone que apaguemos la luz, y va tirando muñecos por el pasillo, con un sonido de miedo.

Durante un largo período jugamos a la escondida, con muchas variantes, decía que venía preparado para jugar, porque estaba vestido de negro o traía un objeto que lo acompañaba. Se sorprendía y me preguntaba cómo me di cuenta de su escondite. Agregaba elementos, ruidos, sonidos, y a veces tardaba en salir a pesar de ser encontrado. Si bien alternábamos, la mayoría de las veces era él quién se escondía.

Por lo general, la sesión comenzaba con una propuesta inicial, por ejemplo: jugar al Mikado para luego entrar en “tema”.

El cuarto oscuro, fue tomando una dimensión de encuentro con su historia, donde comenzamos a ponerle sonidos de miedo, y susto al recorrido.

De a poco fui construyendo una historia, de cómo se habrá sentido el niño Pedro, solito, sin la mamá que lo proteja. A veces me escuchaba y a veces me decía tonta. Yo le decía: ¡Mamá eres una tonta! ¡Me has dejado!

¡Al finalizar una sesión, me pregunta si soy mamá!

En esta etapa, Pedro a instancias de la madre, trae dos cuentos que realizó. El primero de ellos se denomina El niño que se enfrentaba a sus miedos, y que cuenta las peripecias y aventuras que atravesó para superar los miedos. La figura de un amigo que lo ayudó en la feria y a poder superarlo. El otro cuento, titulado La pelea con los monstruos, y esta vez quién lo ayuda es un animal alado de muchos colores, que lo hace sentir muy fuerte ante el peligro.

Rodulfo, en su libro En el juego de los niños, habla de los malos jugadores del escondite, ya que como él manifiesta el escondite es un juego complejo: Desde saber dónde esconderse, poder gozar del estar escondido, el placer de saberse escondido, y el júbilo de correr hasta tocar piedra. Pedro no jugaba con las mismas reglas, él deseaba ser descubierto, una forma de existir, como dice este psicoanalista, que nos permitiera construir una posible escena.

Para este autor en la adolescencia se abre otro espacio en relación a la escondida: la posibilidad de desaparecer de la familia. Y esto no ocurre aún para Pedro.

En la segunda vuelta a terapia el motivo de consulta para los padres siguen siendo las dificultades escolares, que Pedro aprenda. Sigue necesitando apoyo escolar, y se le dificulta poder dar exámenes o pasar a la pizarra. Tiene una vida social muy pobre, estando ocupado los fines de semana y vacaciones con profesores particulares. Asimismo, los padres están muy pendientes de las amistades y si son o no adecuadas para él.

 

Segunda etapa. Primera sesión

Pedro acude muy contento y afectuoso a la consulta.

P: (Viene y me mira) ¿Qué tal? A: ¿Bien y tú?

Se queda mirando sin saber qué decir. Cuenta cómo es su semana, detallando cada hora del día, con los tiempos milimetrados, y lo que hace en cada momento.

A: ¡Qué raro volver a este lugar que has dejado de niño y ahora que eres mayor! ¡A tus padres les preocupa el estudio, y a ti?

Pedro repite el mismo discurso que ellos.

A: A veces no sé si todos piensan igual o la cabeza tuya se confunde con la de papá y mamá.

Se queda en silencio, y dice juguemos a las damas.

A: Era uno de los juegos que jugábamos cuando eras pequeño.

Cuando se levanta a recogerlas, hace mención que se acuerda de todo lo que jugábamos acá. Me acuerdo que jugábamos mucho con agua, con llenar un tiesto blanco que tenías, también al escondite, al parchís tenías uno muy guay.

A: ¡Es cierto jugábamos mucho! Y también fuimos conociéndote mucho. Eras muy movedizo cuando llegaste, debías estar muy asustado, no entendías nada. (Se quedó mirando muy atentamente)

P: ¿Sí?

Estabas muy asustado, te escondías porque tenías miedo, y entre los dos intentamos entenderte.

Me escuchaba con mucho interés.

Venías del orfanato, después de haber estado un año con tu mamá biológica.

Cogió las damas y nos pusimos a jugar.

A: Retomamos el juego del niño Pedro, a ver como lo jugamos ahora.

Sesión

P: Vuelta de vacaciones. Vengo asfixiado, he salido tarde de mi casa, he tenido que coger el autobús, bebe agua.

Me entró calor y mira que hace frio.

Mi madre dice que es un poco tarde, pero me he propuesto mejorar en los estudios.

A: ¿Qué paso?

P: Las notas me han salido mal en todas tengo un 3 y un 4. Me quedaron seis.

A: Así que tú quieres mejorar, pero tu madre dice que no lo ve así.

P: No es un tema ni fácil ni difícil, la cosa es que yo no estudié

A: ¿Te parece? A mí me parece que dedicas muchas horas y te debe frustrar el resultado que obtienes

P: Como dice mi madre ponerse delante del libro no quiere decir estudiar.

A: ¿Y tú que piensas?

P: Yo dejo que el tiempo pase (había cogido las fichas de las damas y estaba jugueteando con ellas).

¿Por qué soy muy bueno en las damas?

A: Es cierto, tienes una buena estrategia, pero como mamá no confía en ti, en tu capacidad, hay cosas que tú quieres demostrarle que si eres bueno.

Sil

A: Haces una buena letra para que mamá y papá no se enfaden, pero hay un Pedro que tiene muchas cosas que le interesan. Y como la cabeza está llena de las palabras de mamá y papá a veces no entra más nada.

P: Trabajo bien, (escucha un ruido de arriba), ¿será una rata? En la casa de mis primas del pueblo se escuchan las ratas. Y continúa: Bueno, yo trabajo mucho pero no estudio. Ahora intentare poner más esfuerzo, concentrarme más, mi padre dice que no es tarde.

A: Bueno, se ve que estás atento a muchas cosas, a muchos ruidos como las ratas y las palabras de mamá y papá que no te dejan oír las palabras que están dentro tuyo.

P: Yo trabajo mucho, pero muchas veces me da pereza y no lo hago, a partir de ahora intentaré de poner más esfuerzo. Mi padre dice que no es tarde, pero que, si hubiera sido antes, hubiera sido mejor.

Yo estoy preocupado, no es que sea agradable repetir un primero de bachillerato.

A: Pero por ahí no es la única opción. ¿Has pensado en la Formación Profesional?

P: Mis padres me obligan a estar en bachillerato, porque cuantos más títulos tenga mejor a la hora de entrar a una carrera.

A: ¿Y tú que quieres?

P: A mí me gustaría, video y dj. Pasar música. Pero tengo que estudiar mucho.

A: La Formación Profesional es más práctica.

P: Mis padres creen que yo digo que la Formación Profesional es porque yo quiero hacer algo más fácil. El instituto, una cosa es que me guste, y otra cosa es que este muy cómodo. Y ahora me siento cómodo y yo no me iría de ahí. Me gusta como explican los profesores. Luego cuenta que en las vacaciones se vio con amigos y con las primas. Pero tuvo que estudiar una semana.

¡Eso no me gusta!

Tengo agujetas, hago ejercicio. No voy al gimnasio, porque no tengo tiempo, pero lo hago en casa. (¿Todo el tiempo hace alusión a que no tiene tiempo?) Silencio

P: No sé si mis padres te han comentado, que yo voy ciertos días, con una señora, no sé si te lo han dicho, que me habla de convivencia con mis padres, en el sentido que mis padres me controlan, no me dan libertad con mis amigos, quieren saber quiénes son, a qué hora voy a quedar, cuando vuelvo, me tienen muy vigilado, y esta señora me dice que con la edad que voy a tener dentro de siete días no me pueden estar controlando así. Y tiene razón. Me tratan como un niño chico por mis comportamientos, cuando viene mi profesora a casa yo digo ¡no quiero estudiar! y como mis padres ven que yo no quiero estudiar, no hay tiempo libre, y no hay móvil (lo decía todo entrecortado, repitiendo lo que dice la señora). Eso es lo que te quería comentar, no sé si tiene que ver con lo que hablamos con los estudios.

(Todo esto lo va contando de manera diferente. Habla entrecortado como si fuera hablado por alguien.)

A: ¡Uy que forma de hablar extraña!

Se empieza a liar, retoma lo que dicen los padres, ¡yo creo que tiene que haber tiempo para aprender y para el tiempo libre!

A: ¡Uy que lío que tengo!! Mamá y papá dicen una cosa, tengo que estudiar y la señora me aconseja cosas que tiene razón, y ¿Adriana será como mamá y papá que le interesa que solamente hable de los estudios?

P: Si aprovecho el estudio, se verá reflejado en las notas, y así luego tengo tiempo libre.

Mis padres no deben estar tan pendiente de mí. Me gustaría quedar con mis amigos los fines de semana, pero después están los estudios.

A: Me estas contando muchas cosas.

Lo mismo te lo pueden contar mis padres.

A: ¡Papa, mamá y Pedro, son una sola voz! Pero Pedro,

¿qué piensa? ¿Fíjate, Pedro me estás hablando como un robot? ¡Lo imito! Hola soy- Pedro, ten-go que estudiar- y después- divertirme.

Le resumo lo que me fue diciendo. Hay momentos que no tienes ganas de estudiar tanto, pero también que no quieres defraudar a mamá y papá. Y que no te gusta estudiar en las vacaciones, y que te gustaría que te traten como un joven de tu edad.

P: Y que no me pongan castigos cuando no quiero estudiar. Dicen que no le pongo ganas.

(Lo veo cogiendo las fichas de las damas y como diciendo, no hables más)

A: ¡Adriana quiero jugar y no pensar!

P: Si es que cuando hablo me enrollo mucho y quiero tener tiempo para jugar. Es que es el único lugar que puedo jugar.

A: ¡Quiero jugar! quiero divertirme, quiero hacer cosas que me gustan, pero me transformo en Pedrito que repite las ideas de mamá y papá.

Comenzamos a jugar a las damas

Juega y me gana. ¡¡¡Le muestro la decisión que ha tenido en el juego, que ha podido conmigo y qué placer!!!

Propone una revancha, pero que hay que mover las fichas en tres segundos.

Empieza a correr y me mete prisa.

A: ¡No pienso, no pienso, voy rápido y te hago polvo, que gustito!!

Cuando termina la partida pregunta hasta que hora es la sesión. Se quiere ir con un amigo, y me mira como diciendo que hago. Le digo que este es su espacio, y que es su decisión. Dice que no cuente nada a sus padres, y se va.

 

Entrevista con los padres

Posteriormente a la sesión con Pedro, tuve una entrevista con los padres.

En la dinámica de los encuentros con ambos, se establecen tres discursos paralelos, los dos necesitan hablar, cada uno contándome como si fueran dos hermanos que le hablan a mamá. A medida que los voy escuchando siento una impotencia, y pienso qué es lo que debe sentir Pedro, ya que el discurso se centra siempre en lo escolar, y en lo que debe cumplir. El ocio, queda supeditado a un “siempre que cumpla con tus obligaciones” y que tengas buenas compañías.

Les digo: ¡Qué difícil debe ser Pedro, teniendo que cumplir con tantas exigencias, y sintiéndose tan controlado!

La madre dice, que su objetivo es quitarle más presión a él, y que ya hablaron para que si es necesario haga el bachiller en más tiempo.

El padre dice, que le gustaría que termine el bachiller porque si ahora hiciera una FP, seguramente se estrellaría y que prefiere que si esto pasa sea en el bachiller. Que a él le sucedió y que sus padres después lo ayudaron para que pudiera retomar los estudios.

¿Y que sería estrellarse? Que abandone los estudios.

Les digo que a Pedro se lo ve muy bloqueado, tratando de complacerlos, y sin poder pensar por sí mismo, y que me preocupan las consecuencias y el sufrimiento que está teniendo para él. Seguir apretando, quizás lo lleve a estrellarse.

Padre: ¿Y qué podemos hacer?

A: ¿Y si lo escuchamos? ¿En los estudios, en su necesidad de poder elegir sus amistades?

El padre dice que este año, ya no podrán ir al pueblo donde están las primas que son más pequeñas. Pedro se aburre allí. Quizás habrá que proponerle algo distinto, por ejemplo, algún estudio de verano en Francia.

Les señalo que cuando intentan escucharlo inmediatamente le arman la propuesta que ellos desean.

La madre dice que va muy contento a la “brujita” (es la señora de la que habló Pedro, en su momento me habían consultado, que pensaba acerca de las flores de Bach. Les dije que no podía opinar de eso porque lo desconozco, pero lo que me preocupaba es que, si estaban al servicio de que Pedro pueda producir más, que esté más tranquilo para los exámenes, pensar en el

mensaje que se le estaba dando.

Agregan lo que piensa la señora de él, que tiene una buena autoestima, y se siente muy contento de sí mismo.

A: ¿Entonces a quién escuchamos? A Pedro le ocurre lo mismo, tan pendiente de escuchar a todas la voces, no sabe a quién echarle cuenta.

La entrevista continúo a tres voces.

Varios son los interrogantes que se abren de esta segunda etapa del tratamiento: en este enredo transferencial, y en la posibilidad que Pedro tenga para sortear la exigencia parental y no quedar alienado. ¿Podrá Pedro iniciar un trabajo de latencia que quedó postergado por la tarea elaborativa del traumatismo precoz, donde se fueron estableciendo nexos y ligaduras construyendo una historia? Y como dice Silvia Bleichmar, “Para que estas huellas pudieran ser ubicadas en algún tiempo o espacio, haría falta alguien capaz de historizarlo, de recuperarlo y darle una posición transformándolo en recuerdo”

¿Será posible franquear el control y la exigencia que se le plantea a nivel intersubjetivo? ¿Podrá aprender si el secreto y las medias palabras quedan instaladas en el vínculo parental? ¿Necesitará seguir utilizando la contrainteliegencia como una manera de sostener estos silencios? Y también al decir de Luzuriaga, ser inteligente trae soledad, y crecer es romper los lazos de dependencia infantil.

 

 

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* Sesión presentada en AECPNA, el día 11 de marzo de 2023, en el marco de los Ateneos Clínicos. Algunos datos del caso fueron modificados con el fin de preservar la confidencialidad.

 

** Sobre la autora. Adriana Szlifman es Psicóloga Clínica. Psicoterapeuta acreditada por FEAP. Docente del Posgrado y Master de AECPNA. Coordinadora de los talleres de Supervisión Psicoanalítica del Colegio Oficial de Andalucía Occidental. Atención en consulta privada de pacientes niños, adolescentes y adultos.

*** Sobre la presentadora: Lilian Ospina Martínez. Psicóloga General Sanitaria. Licenciada en psicología por la UCM con la especialidad de psicología clínica. Formación de Posgrado en AECPNA. Miembro de SERYMP (Sociedad Española de Rorschach y Métodos Proyectivos) y AECPNA. Trabaja en consulta privada con adultos, niños y adolescentes.

Mail: lospinamartinez@gmail.com

Bibliografía

  • Bleichmar, (1993) La fundación de lo Inconsciente. Buenos Aires. Amorrortu.
  • Caellas, , Kahane, S., Sánchez I.(2010) El quehacer con padres. De la doble escucha a la construcción de enlaces.

España. HG Editores

  • Giberti, (1987). La adopción. Buenos Aires. Editorial Sudamericana.
  • Knobel Freud, (2017). Cuando no se instala la latencia: Niños hiperexcitados sexualmente. Revista Fort-Da Nº17. Buenos Aires.
  • Luzuriaga, (1998). La inteligencia contra misma. El niño que no aprende. Madrid. APM. Biblioteca Nueva.
  • Rodulfo, (2019). En el juego de los niños. Un recorrido psicoanalítico desde las escondidas hasta el celular. Buenos Aires. Paidós Editorial.
  • Uribarri, (2015). Adolescencia y Clínica Psicoanalítica. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.

 

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