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EL QUÉ-HACER CON LOS PADRES

EL QUÉ-HACER CON LOS PADRES

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Terapia con padres

Para los analistas de niños y adolescentes hay un encuentro ineludible: los padres.

Al hablar de padres hago referencia a aquellos que, dentro de un vínculo particular y privilegiado con el niño, llevan a cabo las funciones de padre y de madre; llamadas así, para diferenciarlas, en sus aspectos y características; siendo tan fundamental una como otra para la constitución psíquica del nuevo ser humano en su trayectoria hacia la subjetivación.

De este modo, cuando utilizamos el vocablo “padres”, hacemos referencia a un genérico, independientemente de que sean pareja o no, pareja homosexual o heterosexual, o un hombre o una mujer solos.

Cada hombre, cada mujer, cuando emprende la decisión de tener un hijo, inicia una trayectoria sin retorno, que supone una aventura única y fascinante, movida por un deseo. Empresa tan única y fascinante como comprometida, fuente de desvelos y ambivalencias que abarcan un gran abanico de afectos.

El deseo que promueve dar vida a un nuevo ser tendrá una historia inconsciente. Ser padre, ser madre, ser padres, comporta un antes y un después para la pareja y para cada uno de los integrantes de la misma. Un cambio que comporta anhelos y temores. Narciso y Edipo son convocados con sus cortes de restos de conflictos, expectativas e ideales postergados. El hijo remite al hijo que se fue y que se quiso ser. Ser padres conmina a ocupar un nuevo lugar; remite  a los padres que se tuvo y se deseó tener.

Esto, descrito resumidamente, nos da la idea de la larga historia que recibe al nuevo ser. Una historia que se inicia mucho antes de que se concretara en un embrión: la historia personal de cada uno de los padres insertada, a su vez, en las historias familiares.

El “mi” de “mi hijo” de cada uno de los padres está preñado de historia vivencial, imaginaria, simbólica,… de fantasmáticas,… Este bebé no llega desnudo. Todo eso lo acoge, lo arropa, le da pertinencia y pertenencia; le da sentido de existir. Por otra parte, cuando este“arropamiento” va más allá de sus necesidades, le puede pesar la vestimenta de los ideales, las interpretaciones imaginarias, las proyecciones, repeticiones, desmentidas,… dificultándole hacer su camino hacia la subjetividad, creando trabas a la resolución de sus conflictivas en los tiempos de su andadura psíquica.

Entre el neto alborozo y las alegrías que supone la llegada del nuevo integrante, estaráel encuentro con lo no esperado, lo que sorprende, lo que inquieta, lo que crea incógnita. Al mismo tiempo, ya no son dos, pasan a ser tres. Una nueva configuración, una nueva dinámica. Cambios vitales nunca inocuos, sino generadores de evocaciones y presentificación de reminiscenciasde otras tríadas que pasarán a formar parte de los intercambios relacionales.

Al mismo tiempo, hemos de considerar que en todo encuentro con lo idealizado habrá un quantum de desconcierto o decepción. Siempre habrá una operación referente a la diferencia entre lo esperado y lo hallado. En todo “este mi hijo” habrá también un “quién es este” a elaborar.

Ese nuevo recién llegado tiene su propia voz, su propio sentir, su propio interpretar, en definitiva, su propio ser. Ha llegado a un contexto y su presencia lo ha modificado, participando de lo que circula en lo interrelacional. Conocerle pasa también por conocer dicho contexto. El discurso de los padres nos da vía de acceso a las cuestiones que se nos suscitan.

¿Qué lugar ocupa este hijo en el contexto familiar y para cada uno de los padres? ¿Cómo viven, acompañan y atraviesan con él las estaciones de la subjetivación? ¿Cómo le interpretan? ¿En qué modo participan o sostienen el síntoma/s que este niño presenta?¿Qué función o lugar tiene el propio síntoma? ¿En qué puntos se entrecruzan las conflictivas del pequeño – o adolescente –  con las expectativas narcisistasde estos padres?¿Qué le transmiten sobre la vida y sobre sí mismo?¿Qué les resulta insoportable, difícil o preocupante de este hijo? ¿Cómo se explican lo que le sucede y cuáles son sus convicciones? ¿Cómo son las relaciones con el resto de la familia? ¿Qué se dice de él?… En cada caso nos encontraremos con estos y muchos otros interrogantes. Preguntas que, como llaves en nuestra escucha, pueden dar apertura a nuestra comprensión de lo que se juega en la problemática por la que nos consultan.

Por otra parte, cuando trabajamos con niños y adolescentes, no hemos de perder de vista que nos vamos a encontrar con el síntoma según los padres y el síntoma según nuestro paciente.Esta diferencia es una elocuente circunstancia que nos muestra una de las varias e importantes razones por las cuales es necesario escuchar a los padres y darles un lugar en el tratamiento del hijo.

¿Qué lugar dar a los padres? Esto no tiene una respuesta simple, pero en resumen se puede decir que se trata de un lugar para ser escuchados como padres en sus inquietudes, culpas, malentendidos, anhelos narcisistas y connivencias con el síntoma, entre otros elementos propios de cada caso. Una escucha para la contención y clarificación de lugares y funciones, para la discriminación entre lo propio y lo del hijo, posibilitando una asunción de su singularidad como sujeto.

¿Cuál es nuestra tarea con los padres de nuestro paciente? Esta pregunta  tampoco tiene una respuesta rápida y sencilla porque entran cuestiones de método y de orden técnico específicos. Valga decir que, además de darles el lugar acorde con la impronta que tienen en la vida de su hijo, hemos de considerar prioritario conservar, a su vez, nuestro lugar de analistas del niño – o del adolescente -. Es desde ahí, como terapeutas del hijo, como podremos llevar a cabo esta tarea que ha de cursar construyendo enlaces entre lo que viven con el hijo y lo que les convoca de su propia historia familiar. Es una tarea reflexiva donde hallen una nueva mirada y una salida de viejos circuitos; que les reasegure en sus funciones y les aleje de la búsqueda de pautas estériles o etiquetas; que les encamine hacia el querer saber sobre sí mismos como padres y sobre el hijo.

Se trata de un abordaje singular y específico, que nos exige un encuadre interno riguroso, en la clarificación de dicha tarea, que sostenga la discriminación de los espacios para una doble escucha, y para que, en definitiva, apoye, enriquezca y facilite el trabajo con el chico/a y su proceso personal.

Iluminada Sánchez

Psicóloga, psicoanalista, docente de Aecpna y coautora de “El quehacer con los padres. De la doble escucha a la construcción de enlaces”

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Este curso (2019/20), AECPNA, en el Ciclo Formativo: Sesiones Clínicas, va a centrar su temática en el abordaje de la tarea con los padres.


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